CUANDO PECADORES DICEN ACEPTO.
Cuando los Pecadores dicen: “Sí
acepto”
Cómo aplicar la doctrina del
pecado al Matrimonio.
Por Dave Harvey
Todo este mensaje surge de esta
verdad: La sana doctrina es esencial para un matrimonio cristiano sano. Dough Wilson dice en su libro “Reforming
Marriage” que el mundo evangélico está abandonando su herencia teológica debido
a la infidelidad doctrinal en los hogares cristianos. Sinclaire Ferguson agrega
que la convicción de que la doctrina cristiana sí importa es uno de los puntos
de crecimiento de la vida cristiana.
Quisiera sugerir que la convicción
de que la doctrina del pecado sí importa es uno de los puntos de crecimiento
para nuestros matrimonios. Donde hay una pareja que hace caso omiso de la
doctrina del pecado, hay una pareja que no estará disfrutando de intimidad, no
estarán creciendo juntos ni viviendo en la gracia de Dios de manera
substancial. Por eso mi propósito aquí es
llevarnos a aplicar la doctrina del pecado a nuestros matrimonios.
Cuando usamos un proyector de
acetatos, ponemos el acetato sobre la base para que con la luz se proyecte en
la pantalla lo que está escrito en el acetato. Lo que pretendo es que pongamos
nuestros matrimonios sobre la base de la doctrina del pecado, para que podamos
ver qué es lo que se proyecta y podamos considerar dónde necesitamos cambiar.
El
apóstol Pablo en 1 Timoteo 1:15-17 dice así: Palabra
fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para
salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto
fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda
su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.
Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios,
sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
¿Será esta declaración
del apóstol aún digna de ser recibida por todos? ¿Nos describe adecuadamente? ¿Es acaso la
suposición básica con la que nos relacionamos con nuestros cónyuges?
Consideremos el
siguiente caso. Rob y Sally son cristianos y ávidos lectores. Pero están
experimentando serios conflictos. Los pleitos parecen centrarse en áreas donde
no están satisfaciendo las necesidades mutuas. Rob dice que necesita ser
respetado, pero todo lo que recibe de Sally son comentarios negativos. Ella, por su parte, dice que necesita
sentirse segura. Pero sólo percibe pasividad de parte de Rob. Ambos se sienten vindicados por los libros
cristianos que han leído, pues parecen avalar la necesidad que sienten al decir
que los cónyuges están allí para satisfacer esas necesidades. Por eso pasan los días repasando las faltas
cometidas por el cónyuge y exigiendo que cambien. Para Rob y Sally el pasaje de 1 Timoteo no es
digno de ser recibido por todos. Para ellos Cristo Jesús vino al mundo a
satisfacer sus necesidades. Su matrimonio está orientado a lo que consideran
su necesidad en vez de estarlo en la
verdad. Ellos carecen de una doctrina funcional del pecado. Y es que el cambio comienza cuando se tiene
una doctrina correcta y funcional del pecado.
Mientras no tomemos en
serio la doctrina bíblica del pecado aplicada a nuestros matrimonios, siempre
estaremos ocupados en los problemas, pero no llegaremos a la raíz del problema.
Quiero sugerir que muchos cristianos en el Cuerpo de Cristo no están atendiendo
la raíz del problema. Al interpretar sus problemas de una manera no bíblica, no
están recibiendo ayuda verdadera que los lleve al cambio.
Dough Wilson dice que
nuestro problema es que los cónyuges son pecadores. Los problemas del matrimonio
son problemas abrumadores de pecado; es decir, falta de conformidad con la ley
de Dios en nuestros pensamientos, palabras y acciones. Esto quiere decir que cuando una pareja tiene
problemas es porque no han sabido lidiar con la tentación y el pecado de una
manera bíblica. Para que un matrimonio sea sano, tanto el esposo como la esposa
deben entender qué es el pecado, cuál es la provisión que Dios ha dado para el
pecado y qué hacer cuando pecan contra Dios en su relación matrimonial.
Todos sabemos cuán
fácil es alejarse de la doctrina bíblica del pecado. John MacArthur dice que los cristianos
rápidamente están perdiendo de vista al pecado como la raíz de todos los males
humanos. Y muchos cristianos niegan
explícitamente que su propio pecado sea la raíz de su angustia personal. Más y
más personas están intentando explicar el dilema humano en términos nada bíblicos:
temperamento, adicción, familias disfuncionales, el niño interior,
co-dependencia. El potencial de tal alejamiento de la Escritura es atemorizante.
Al hacer a un lado la realidad del pecado hacemos a un lado también la
posibilidad del arrepentimiento. Al abolir la doctrina de la depravación del
ser humano, acabas también con la doctrina de la salvación. Si quitas la noción
de la culpa personal, eliminas también la necesidad de un Salvador. La iglesia no debe unir las manos con el
mundo en tal empresa del enemigo.
Hacerlo sería despreciar el evangelio que hemos sido llamados a
proclamar.
Debemos comenzar a
entender la naturaleza y el efecto del pecado, si queremos comprender cómo
afecta nuestro matrimonio. Porque por su propia naturaleza, el pecado trata de
esconderse de nuestro entendimiento. Y al final de cuentas lo que quiere es
redefinir nuestra posición delante de Dios. El pecado logra su objetivo en
nosotros cuando nos convence de que somos víctimas.
En Génesis 3 vemos a
la serpiente tratando de persuadir a la mujer de que las promesas y la ley de
Dios no son algo bueno para ella. Luego se pone más agresiva al decir: “No
morirán aunque coman del árbol” (v4-5).
Lo que implicaba era que Dios le temía al ser humano porque
supuestamente tenían un potencial en su interior y por eso les había estado ocultando la verdad. En otras palabras, la serpiente implicaba que
Dios estaba violando los derechos de Eva. ¡Eres una víctima! Comenzando con una
fe en Dios, Eva acabó creyendo que estaba siendo víctima del abuso de Dios. El
pecado nos engaña para que creamos que somos víctimas pasivas en vez de agentes
morales responsables.
El pecado de manera
regular se proclama como la verdad para así llevarnos a realizar un intercambio
de la verdad de Dios por la mentira (Ro 1).
Un buen ejemplo de esto es la teoría secular de la autoestima. Se nos
ofrece la autoestima como la solución al problema. Se nos dice que la gente no
piensa lo suficientemente bien de ellos mismos. Pero, de acuerdo con la Escritura , lo contrario
es el problema. La gente piensa demasiado bien de ellos mismos. Lo que
necesitamos no es más autoestima, sino un entendimiento bíblico de quiénes
somos delante de Dios.
El pecado por
naturaleza es traidor. Thomas Watson
dice que el pecado primero corteja y luego asesina. Es primero un zorro y luego
un león. El pecado es traicionero. Lo mejor que podemos hacer por nuestros
matrimonios es recobrar un entendimiento robusto de la pecaminosidad del
pecado. Watson, agrega, hasta que el pecado no nos sea amargo, Cristo no nos
será dulce. Nuestros matrimonios no nos
sabrán dulces hasta que el pecado no nos sepa amargo.
¿Cómo sabemos si nuestro matrimonio
aplica la doctrina bíblica del pecado?
Aplicamos la doctrina
bíblica del pecado si…
1.
Entendemos que la depravación
total nos inhabilita para elegir a Dios.
2.
Estamos más conscientes de ser
pecadores que de ser víctimas del pecado de otros.
3.
Detectamos los efectos de la
cultura “terapéutica” en la cultura y la iglesia.
4.
Afirmamos que las circunstancias
no causan el pecado sino sólo lo hacen evidente.
5.
Sospechamos más de nuestros
propios motivos que de nuestro cónyuge.
6.
Cuidamos diligentemente no usar lenguaje
neutral o amoral que nos exima de responsabilidad en vez de reflejar la verdad
de Dios.
7.
Sabemos como arrepentirnos y con regularidad
confesamos nuestros pecados a Dios y a nuestro cónyuge.
8.
Nos esforzamos por ser corregidos
en vez de sólo “tolerar” la corrección.
9.
Disfrutamos la adoración surgida
de una consciencia de la santidad de Dios.
10.
En un conflicto, nos fijamos
primero en la propia viga, en vez de la paja de nuestro cónyuge.
11.
Nuestro evangelio incluye la cruz
de Cristo.
12.
Nuestra consciencia de pecado produce
gratitud y gozo por la sublime gracia de Dios.
Cuatro indicadores de que
tenemos una doctrina funcional del pecado
Ahora exploraremos a
más profundidad cuatro de los puntos anteriores.
A. Estamos más conscientes de
ser pecadores que de ser víctimas del pecado de otros.
¿Cuál es el mayor estorbo en tu matrimonio?
Cuando pensamos en esta pregunta inmediatamente pensamos en las acciones,
palabras o actitudes de nuestro cónyuge.
Pero ahora reconsideremos la respuesta de Pablo en 1 Timoteo 1:15 Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los
pecadores, de los cuales yo soy el primer.
Mientras más crecía Pablo en su relación con Dios más crecía su
consciencia de su pecado y de su necesidad de la Gracia de Dios. Nada puede ser más vital e importante para nuestro
matrimonio que nos veamos como los “primeros” entre los pecadores.
El
término “pecador” nos describe principalmente con referencia a Dios. Muchos
cristianos creen en el pecado, pero lo consideran con referencia al pecado que
otros hacen en su contra. Para tener una
doctrina funcional del pecado debemos definir el pecado con referencia a Dios
en primer lugar. Primariamente somos pecadores en contra de Dios;
secundariamente, los demás pecan contra nosotros. Varios autores cristianos
oscurecen esto al tratar estos dos aspectos como si fueran iguales.
En
preparación para tu próximo conflicto recuerda que no es bíblico pensar que
pecar contra Dios y ser víctima del pecado de otro están al mismo nivel. Un
corazón pecaminoso inmediatamente pondrá el pecado de otros hacia a él por
encima de su propio pecado contra Dios. Esto produce una actitud de
autojusticia y amargura.
El
paradigma bíblico es considerarnos principalmente pecadores con referencia a
Dios y secundariamente, víctimas del pecado de otros. Esto debe producir
humildad. George Ladd decía que el pecado es primariamente teológico y
secundariamente, ético. En cuanto al pecado, Dios es la más grande víctima.
Cuando pecamos en nuestros matrimonios, Dios es la más grande víctima y
subsecuentemente ese pecado es lo más destructivo en nuestra relación
matrimonial. Lo que destruye un matrimonio no es el alejamiento del cónyuge,
sino el alejarse de Dios primero. Nuestro pecado atenta primero en contra de
Dios y luego contra nuestro cónyuge.
Cuando Kim y yo
teníamos conflictos, yo era rápido en confesar y pedir perdón. Pero al comenzar
a considerar mis motivos, me di cuenta que lo que yo buscaba era evitar la
tensión en el hogar. Entonces, ya ni iba
a Dios primero confesando mis pecados, sino sólo a mi esposa con tal de que no
hubiera problema. Pero no había pecado que yo cometiera que no atentara primero
contra el Dios Santo. En la medida en que entiendo cuánto ofende mi pecado a
Dios, puedo ir luego con mi esposa realmente arrepentido y quebrantado a confesar
mi falta y pedir su perdón apropiadamente.
Donald Witney ofrece
la siguiente ilustración al respecto. Si yo disparo contra tu casa, he cometido
un delito serio. Pero si disparo contra la
Casa Blanca , he cometido un delito mucho
más grave. ¿Qué lo hace diferente? La importancia y significancia de la persona
a quien disparo. Cada pecado que cometemos es primero en contra del ser más
grande del universo. Por eso todos los problemas maritales se tratan de
personas que han perdido la consciencia de la grandeza de Dios y de su pecado
con referencia a Él.
David, en el Salmo 51,
dice: “Contra ti y sólo contra ti he pecado”.
La nación podía reclamarle porque había pecado contra todos al adulterar
y luego asesinar a Urías. Por supuesto, David no estaba pasando por alto cómo
había afectado a los que le rodeaban, pero su gran pecado contra los hombres
era casi insignificante comparado con la afrenta cometida contra un Dios justo
y santo. Estaremos yendo en la dirección del cambio cuando estemos más
conscientes de ser pecadores, que de ser víctimas del pecado de otros.
B. Sospechamos más de nuestros
propios motivos que de nuestro cónyuge.
El punto anterior era más vertical, pero
éste es más horizontal. Cómo es posible que el gran apóstol se describiera como
el “primero” de los pecadores. Aunque el dominio del pecado ha sido roto en el
creyente, permanece aun la presencia del pecado en él. Aunque hemos sido
liberados del dominio del pecado, todavía tenemos que colaborar con el Espíritu
Santo para mortificar los actos de la carne. Esta guerra espiritual tiene un
efecto especial en nosotros. Está
diseñada para hacer más profunda nuestra necesidad de Dios al hacernos
conscientes de la profundidad de nuestro pecado. Cuando una persona entiende
cuán pecadora es, llega a ser una persona que celebre y goce la gracia de Dios.
Por eso cuando vemos a los individuos que
fueron de gran efecto en la historia del cristianismo podemos notar que hasta
el final de su días hablaron de su pecaminosidad; y no porque tuvieran baja
autoestima, sino porque tuvieron una consciencia bíblica de cómo eran en
verdad. Y esa conciencia de su pecaminosidad los llevaba a glorificar a Dios
por su gracia en sus vidas.
En la casa de mis padres constantemente
teníamos que arrancar las hierbas del terreno. Al arrancar las hierbas más
grandes y visibles, nos percatábamos que debajo de éstas había otras más
pequeñas. Y era una tarea sin fin, porque siempre aparecían más y más hierbas. Esta
es una buena ilustración de la gravedad del pecado. Cuando arrancamos las
“hierbas” grandes de nuestras vidas, pensando que ya llegamos a cierto grado de
madurez, nos damos cuenta de que hay muchísimas más “hierbas” debajo de esas
grandes. Nuestra vida cristiana es una experiencia constante en la que Dios va
revelando las “hierbas” que están más abajo. Eso nos va haciendo madurar y
crecer a semejanza de Cristo.
El proyecto principal para nuestro
matrimonio no es reformar a nuestro cónyuge, sino mortificar nuestro propio
pecado. No se trata de estar sospechando, evaluando y analizando en demasía los
motivos de nuestro cónyuge, sino de mortificar y sacrificar nuestro propio
pecado.
Al preguntarnos ¿Qué es lo que está mal en
mi matrimonio? debemos responder: “Yo soy”.
El punto clave es que el matrimonio se trata de dos pecadores viviendo
juntos para ser santificados dentro del contexto de la unión conyugal. Dios usa
el matrimonio como un medio de gracia para llevarlos a la madurez.
Cuando entendemos la
realidad del pecado interior y esa convicción está funcionando en nuestro matrimonio
ocurrirá lo siguiente: En el caso de un conflicto, primero examinamos nuestro
propio corazón y luego nos dirigimos a nuestro cónyuge sospechando de nuestros
motivos, no estando convencidos de que tenemos razón, sino considerando
seriamente la posibilidad de estar equivocados. Cuando estás consciente del
pecado residente cambia el tono con el que te acercas a tu cónyuge. ¿Puedes
imaginar el impacto positivo en un matrimonio en el que los cónyuges sean
intencionales en examinarse y sospechar cada uno de sí mismo en primer lugar?
C. Afirmamos que las
circunstancias no causan el pecado sino sólo lo hacen evidente.
El pecado constantemente está tratando de
convencernos que nuestro problema es externo y no interno. Desde la entrada del
pecado a la creación uno de los efectos inmediatos fue el de “exonerar” a la humanidad de su responsabilidad. La
naturaleza misma del pecado es oscurecer y ocultar la verdad de tal forma que
nos lleva a buscar explicaciones externas de nuestra conducta.
Cuando era nuevo creyente me la pasaba atando
demonios de odio, de lujuria, de envidia o avaricia. Trataba de explicar mi
comportamiento no en lo que pasaba en mi interior, sino por algo externo a mí
mismo como por ejemplo un demonio.
Recordemos que en Mateo 4, el diablo no pudo
hacer pecar a Jesús. Creó la oportunidad y presentó la tentación, pero no pudo
hacer que Jesús pecara.
Mateo 15:10-11 y 19 dice: “Y llamando a sí a la multitud, les dijo:
Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que
sale de la boca, esto contamina al hombre…Porque del corazón salen los malos
pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos,
los falsos testimonios, las blasfemias.”
Puesto que Dios es grande en misericordia
para con nosotros, permite circunstancias en nuestras vidas que expongan lo que
hay en nuestros corazones. Dios diseñó el matrimonio para que tengamos ocasión
de ver en realidad lo que hay en nuestros corazones. Quizá Dios pensó, pongamos
a dos pecadores a compartir el baño, las finanzas, las comidas, etc. esto
revelará lo que en verdad hay dentro de ellos.
Cuantas veces le hemos dicho a nuestro
cónyuge: “Cuando dijiste eso, me hiciste enojar”. En verdad, nadie te puede hacer enojar. Lo que él o ella hicieron fue ser una circunstancia
que reveló tu corazón, el cual respondió pecaminosamente. Nadie nos puede hacer
pecar.
Yo soy una persona muy ordenada. Mucho
tiempo tuve problemas con mi esposa por esto. No es que ella fuera desordenada,
sino que yo era exagerado en ello. Esos
conflictos comenzaron a revelar lo que había en mi corazón. Estaba derivando
del orden mi sentido de seguridad y control.
Ese lugar sólo le corresponde a Dios, por lo tanto estaba haciendo del
orden mi ídolo del corazón. En cada
interacción con mi esposa estaba trayendo a mi ídolo a colación. Realmente
creía que si fuéramos más ordenados nuestro matrimonio sería ideal. Por su gracia, Dios comenzó a mostrarme mi
corazón a través de estas circunstancias en el matrimonio. Antes del matrimonio
pensaba que era maduro en la fe, pero mi esposa tenía la habilidad de “lazar”
el ídolo de mi corazón, mostrando así lo pecador que soy.
Nuestro corazón es como una esponja cargada
de pecado. Las circunstancias lo que
hacen es apretar la esponja y lo que sale es lo que estuvo dentro desde el
principio. Las circunstancias no están causando nuestro pecado, sino
simplemente están apretando la esponja.
Por eso cuando subes a tu automóvil y ves que el tanque de gasolina está
vacío, no pienses que el diablo está tratando de tentarte de una manera
inusitada o que tu esposa está conspirando para destruir tu matrimonio. Es tu corazón que está siendo apretado como
una esponja. Cuando ves la ropa limpia
doblada al pie de la escalera y sabes que tu esposo ya pasó por allí varias veces
y no la subió para acomodarla en los cajones, no pienses que tu enojo es como
el de Jesús en el templo. Es tu corazón
que está siendo apretado como una esponja.
Las tentaciones, pruebas, tribulaciones y
cosas semejantes no inyectan pecado a nuestro corazón. Sino revelan el pecado que hay en nuestro
corazón.
Cuando lleguemos ante Dios, él no nos
preguntará ¿Qué te pasó? Sino nos preguntará: ¿Cómo respondiste a lo que te
pasó? ¿Cómo respondiste cuando la esponja fue apretada? Las circunstancias no
causan el pecado, sólo lo revelan.
D. Sabemos cómo arrepentirnos y
regularmente confesamos nuestros pecados a Dios y a nuestro cónyuge.
Un matrimonio que practica el
arrepentimiento será un matrimonio que experimente profundidad e
intimidad. Por el contrario, en el
matrimonio donde no se practica regularmente el arrepentimiento, habrá todo
tipo de conflicto.
Calvino decía que la vida cristiana es una
carrera de arrepentimiento. Lutero dijo
en la primera de sus 95 tesis, que la vida del cristiano debe ser una vida
entera de arrepentimiento. Ellos tenían una sólida doctrina bíblica del pecado,
por eso entendían la importancia del arrepentimiento.
Pregúntate, ¿Nuestro matrimonio se
caracteriza por practicar regularmente el arrepentimiento? 2 Corintios 7:10 dice: “La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva
a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza
del mundo produce la muerte”. La tristeza por nuestro pecado es un buen
punto de partida, pero la tristeza debe ser cultivada por un entendimiento de
la seriedad y gravedad de nuestro pecado que nos lleve al arrepentimiento.
Podemos estar tristes por muchas razones
cuando pecamos. Las consecuencias del
pecado nos dan tristeza. Pero si eso es
todo lo que te entristece estás experimentando una tristeza del mundo. Por el
contrario la tristeza que proviene de Dios surge del entendimiento de cuánto
hemos afectado a Dios con nuestro pecado.
Partiendo de esa convicción es que podemos ir y confesar nuestro pecado
y arrepentirnos de una manera bíblica. La tristeza según Dios se refleja en una
confesión genuina de nuestros pecados.
Creo que todos los que creemos en la
doctrina bíblica del pecado deberíamos estarnos preguntando ¿Cuán a menudo
confieso mis pecados a mi cónyuge? ¿Estoy aplicando esta doctrina en mi
matrimonio?
Muchos matrimonios cristianos dicen que
confiesan sus pecados pero sin admitir nada en realidad. Como si fueran políticos dando explicación de
sus acciones dicen cosas como: “Siento mucho que mis acciones se hayan
malinterpretado”; “Si en algo te ofendí, te pido disculpas”, etc. Pero debemos
ser diligentes en que nuestras confesiones no terminen echando la culpa sobre
nuestro cónyuge, sino que reconozcamos nuestras acciones pecaminosas tal y como
Dios las ve y describe. No es lo mismo
decir: “Tuve un desliz” a decir “Adulteré o fui infiel”. Como Iglesia debemos luchar por usar el
lenguaje más apropiado para expresar nuestro pecado de tal manera que refleje
la realidad del mismo.
La doctrina del pecado nos enseña que somos
pecadores y que los pecadores necesitan arrepentirse. Una de las mejores
maneras de cultivar la intimidad en nuestro matrimonio es confesando
humildemente nuestros pecados el uno al otro. Para aplicar la instrucción de
Santiago de confesar nuestros pecados unos a otros, debemos comenzar con
nuestro cónyuge. Donde hay confesión de pecados encuentras una gran humildad, y
la humildad crea intimidad entre los cónyuges. La intimidad forja una unión que
dura toda la vida.
Quisiera concluir con esto. Después de toda
esta reflexión, ¿Qué te ha mostrado Dios de tu matrimonio? ¿Qué se ha revelado
de tu relación con tu cónyuge? ¿Cómo estás aplicando la doctrina bíblica del
pecado en tu matrimonio?
[1] Esta es una trascripción resumida en Español de un mensaje en Inglés
dado por Dave Harvey grabado en la 1995 South Coference. Dave Harvey sirve en
el equipo de liderazgo de Sovering Grace Ministries y es Pastor de la Iglesia Covenant Fellowship
Church en Pensilvania, EEUU.
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