LOS HIJOS SON HERENCIA DEL SEÑOR (PARTE II)

En esta segunda parte  de "Los Hijos son Herencia del Señor", el puritano Thomas Manton sigue exponiendo sobre el texto del Salmo 127:3 y nos  habla de la gran bendición  de tener muchos hijos.


LOS HIJOS SON UNA GRAN BENDICIÓN EN SÍ MISMOS Y CUÁNTOS MÁS SON, MAYOR ES LA BENDICIÓN.

Los hijos deben ser reconocidos y enaltecidos como bendiciones. Por cierto, Dios nos muestra un favor
más especial en nuestras relaciones que en nuestras posesiones: “La casa y las riquezas son herencia de los padres; mas de Jehová la mujer prudente” (Pr. 19:14). Lo mismo se aplica a los hijos. Por ellos, el progenitor se perpetúa y se multiplica; son parte de él mismo y vive en ellos cuando él ha partido. Es una sombra de la eternidad; por lo tanto, las pertenencias externas de la vida no son tan valiosas como lo son los hijos. Además, estos llevan impresa en ellos la imagen de Dios. Cuando nosotros hayamos partido, por ellos, el mundo seguirá reabasteciéndose, la Iglesia seguirá multiplicándose, los seres humanos seguirán existiendo con el fin de conocer, amar y servir a Dios. Leemos que [la Sabiduría dice]: “Me regocijo en la parte habitable de su tierra; y mis delicias son con los hijos de los hombres” (Pr 8:31). En la parte habitable de la tierra hay grandes ballenas, pero los hombres eran la delicia de Cristo. Especialmente, para los comprometidos con Dios —padres y madres de familia en un pacto con Dios— los hijos son una bendición más grande. David era uno de ellos. Leemos: “Tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí” (Ez. 16:20). Estos son, en el mejor sentido, una herencia del Señor. Fue dicho: “Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra” (Gn. 6:12). [Sem] engendró hijos e hijas para Dios:
“También le nacieron hijos a Sem, padre de todos los hijos de Heber, y hermano mayor de Jafet” (Gn. 10:21).
Dios ha implantado en los padres amor por sus hijos: Él mismo tiene un Hijo, sabe cuánto lo ama y lo ama por su santidad. “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (He. 1:9). Muchas veces es condescendiente con los padres buenos. Les brinda [el privilegio de tener] hijos piadosos. Para el pastor, aquellos que por él se convierten a Dios son su gloria, su gozo y su corona para regocijarse en el día del Señor (1 Ts. 2:19-20). Los que han venido al mundo por nuestro medio; si están en el pacto de gracia, son para nosotros una bendición más grande que verlos llegar a ser reyes del mundo…

APLICACIÓN 1: Es reprobable la actitud de aquellos que no están agradecidos por los hijos, los resienten y los consideran una carga cuando Dios los bendice dándoles muchos.
Se quejan de lo que en sí es un favor. Cuando [no] los tenemos, los valoramos; cuando tenemos muchos hijos desconfiamos de ellos y nos quejamos. En Israel, ser padre era considerado un honor. ¡Por cierto que aquellos que temen a Dios no debieran contar una felicidad como una carga! “Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. He aquí que así será bendecido el hombre que teme a Jehová” (Sal 128:3-4).

APLICACIÓN 2: Son dignos de reproche los que no reconocen y enaltecen este favor.
No cabe duda de que los padres debieran reconocer a Dios en cada hijo que les da. Gran parte de su Providencia se manifiesta en dar y no dar hijos. Encontramos con mucha frecuencia en las Escrituras, cantos de agradecimiento en estas ocasiones. Es una de las cosas en las que Dios quiere que su bondad sea reconocida con alabanzas solemnes. Por cada hijo ¡Dios debiera recibir una nueva honra de los padres!... ¡Oh! ¡Será una gran felicidad ser padres de los que serán herederos de la gloria! Así como los hijos deben ser considerados como una gran bendición, también deben serlo como una gran responsabilidad que, según se maneje, puede producir mucho gozo o mucho dolor.
Si los padres los consienten demasiado, los convierten en ídolos, no en siervos del Señor, si descuidan su educación o si los contaminan con su ejemplo, resultarán serles cruces y maldiciones.

APLICACIÓN 3: Es importante exhortar a los padres a que eduquen a sus hijos para Dios. 
Porque si son una herencia del Señor, tienen que ser una herencia para el Señor. Entrégueselos de vuelta a él, pues de él los recibió, porque todo lo que viene de él tiene que ser mejorado para él. Dedíquelos a Dios, edúquelos para Dios y él tomará posesión de ellos a su debido tiempo. Ahora bien, si su dedicación es correcta, se verá involucrado en una educación seria. Dios trata con nosotros como lo hizo la hija de faraón con la madre de Moisés, a la cual dijo: “Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crió” (Éx. 2:9).





Tomado de “Sermon upon Psalm CXXVII.3” (Sermón sobre el Salmo 127:3)
en The Works of Thomas Manton (Las obras de Thomas Manton),
Tomo 18, Solid Ground Christian Books, usado con permiso.
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Thomas Manton (1620-1677): Predicador puritano no conformista, nacido en Lawrence-Lydiat, condado de Somerset, Inglaterra.

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