LA CENA DEL SEÑOR vs LA MISA (papista)
AQUÍ declaro breve-mente, en resumen, conforme a las Escrituras, la opinión que tenemos los cristianos de la Cena del Señor, llamada el Sacramento del Cuerpo y la Sangre de nuestro Salvador Jesucristo.
Primero, confesamos que es un acción santa, ordenada por Dios, en la cual el Señor Jesús, mediante cosas terrenales y visibles puestas delante de nosotros, nos eleva hacia cosas celestiales e invisibles. Y que cuando hubo preparado Su banquete espiritual, testificó que Él mismo era el pan viviente, con el que nuestras almas tenían que ser alimentadas para vida eterna.
Y por lo tanto, al disponer pan y vino para comer y beber, nos confirma y sella Su promesa y comunión, (esto es, que seremos partícipes con ÉL en su Reino); y representa para nosotros, y allana para nuestros sentidos, Sus dones celestiales; y también se nos da a Sí mismo, para ser recibido por fe, y no con la boca, ni aún por transfusión de sustancia. Sino que, mediante el poder del Espíritu Santo, nosotros, siendo alimentados con Su carne y refrescados con Su sangre, seamos renovados a verdadera piedad y a inmortalidad.
Y también que aquí el Señor Jesús nos congrega en un cuerpo visible, de manera que seamos miembros uno del otro, y hagamos todos a la vez un cuerpo, en el cual Jesucristo es la única cabeza. Y finalmente, que por el mismo sacramento, el Señor nos llama a recordar su muerte y pasión, para avivar nuestros corazones a alabar Su santísimo nombre.
Más aún, reconocemos que este Sacramento debe ser aproximado reverentemente, considerando que allí se exhibe y se da testimonio de la maravillosa sociedad y entrelazamiento del Señor Jesús con quienes lo reciben; y también, que allí está incluido y contenido en este Sacramento que Él preservará Su Iglesia. Porque aquí se nos manda anunciar la muerte del Señor hasta que Él venga.
También, creemos que es una confesión, mediante la cual manifestamos qué clase de doctrina profesamos; y a qué congregación nos adherimos; y asimismo, que es un vínculo de amor mutuo entre nosotros. Y finalmente, creemos que todos los que vienen a esta santa cena deben traer consigo su conversión al Señor, mediante sincero arrepentimiento en fe; y en este sacramento recibir los sellos de confirmación de su fe; empero no deben pensar en forma alguna que en virtud de esta obra sus pecados son perdonados.
Y concerniente a estas palabras Hoc est corpus meum, “Este es mi cuerpo”, de las cuales dependen tanto los papistas, diciendo que necesitamos creer que el pan y el vino son transubstanciados en el cuerpo y sangre de Cristo; afirmamos (los cristianos) que no es un artículo de fe que pueda salvarnos ni que estemos obligados a creer por pena de condenación eterna. Porque si creyéramos que su mismísimo cuerpo natural, carne y sangre, están naturalmente en el pan y el vino, eso no nos salvaría, viendo que mucho creen eso, y empero lo reciben para su condenación. Porque no es su presencia en el pan lo que puede salvarnos, sino su presencia en nuestros corazones mediante la fe en su sangre lo que ha lavado nuestros pecados y aplacado la ira de Su Padre hacia nosotros. Y de nuevo, si no creemos en su presencia corporal en el pan y el vino, eso no nos condenará, sino más bien su ausencia de nuestros corazones por incredulidad.
Ahora bien, si objetasen aquí, que aunque fuese cierto que la ausencia del pan no pudiese condenarnos, no obstante estamos obligados a creerlo porque la Palabra de Dios dice, “Este es mi cuerpo”, lo que cualquiera que no crea no sólo miente en sí mismo sino que también hace a Dios mentiroso, y que por lo tanto nuestra condenación sería no creer Su Palabra por tener una mente obstinada; a esto nosotros respondemos, que creemos la Palabra de Dios, y confesamos que es verdadera, pero que no ha de ser entendida burdamente como los papistas afirman. Porque en el Sacramento recibimos a Jesucristo espiritualmente, como lo hicieron los padres del Antiguo Testamento, conforme a lo que dice San Pablo. Y si los hombres ponderaran bien cómo Cristo, al ordenar este Santo Sacramento de su cuerpo y Su sangre, habló estas palabras sacramentalmente, sin duda nunca las entenderían tan burda y neciamente, en oposición a toda Escritura y a la exposición de San Agustín, San Jerónimo, Fulgencio, Vigilio, Orígenes y muchos otros escritores piadosos.
Y por lo tanto, al disponer pan y vino para comer y beber, nos confirma y sella Su promesa y comunión, (esto es, que seremos partícipes con ÉL en su Reino); y representa para nosotros, y allana para nuestros sentidos, Sus dones celestiales; y también se nos da a Sí mismo, para ser recibido por fe, y no con la boca, ni aún por transfusión de sustancia. Sino que, mediante el poder del Espíritu Santo, nosotros, siendo alimentados con Su carne y refrescados con Su sangre, seamos renovados a verdadera piedad y a inmortalidad.
Y también que aquí el Señor Jesús nos congrega en un cuerpo visible, de manera que seamos miembros uno del otro, y hagamos todos a la vez un cuerpo, en el cual Jesucristo es la única cabeza. Y finalmente, que por el mismo sacramento, el Señor nos llama a recordar su muerte y pasión, para avivar nuestros corazones a alabar Su santísimo nombre.
Más aún, reconocemos que este Sacramento debe ser aproximado reverentemente, considerando que allí se exhibe y se da testimonio de la maravillosa sociedad y entrelazamiento del Señor Jesús con quienes lo reciben; y también, que allí está incluido y contenido en este Sacramento que Él preservará Su Iglesia. Porque aquí se nos manda anunciar la muerte del Señor hasta que Él venga.
También, creemos que es una confesión, mediante la cual manifestamos qué clase de doctrina profesamos; y a qué congregación nos adherimos; y asimismo, que es un vínculo de amor mutuo entre nosotros. Y finalmente, creemos que todos los que vienen a esta santa cena deben traer consigo su conversión al Señor, mediante sincero arrepentimiento en fe; y en este sacramento recibir los sellos de confirmación de su fe; empero no deben pensar en forma alguna que en virtud de esta obra sus pecados son perdonados.
Y concerniente a estas palabras Hoc est corpus meum, “Este es mi cuerpo”, de las cuales dependen tanto los papistas, diciendo que necesitamos creer que el pan y el vino son transubstanciados en el cuerpo y sangre de Cristo; afirmamos (los cristianos) que no es un artículo de fe que pueda salvarnos ni que estemos obligados a creer por pena de condenación eterna. Porque si creyéramos que su mismísimo cuerpo natural, carne y sangre, están naturalmente en el pan y el vino, eso no nos salvaría, viendo que mucho creen eso, y empero lo reciben para su condenación. Porque no es su presencia en el pan lo que puede salvarnos, sino su presencia en nuestros corazones mediante la fe en su sangre lo que ha lavado nuestros pecados y aplacado la ira de Su Padre hacia nosotros. Y de nuevo, si no creemos en su presencia corporal en el pan y el vino, eso no nos condenará, sino más bien su ausencia de nuestros corazones por incredulidad.
Ahora bien, si objetasen aquí, que aunque fuese cierto que la ausencia del pan no pudiese condenarnos, no obstante estamos obligados a creerlo porque la Palabra de Dios dice, “Este es mi cuerpo”, lo que cualquiera que no crea no sólo miente en sí mismo sino que también hace a Dios mentiroso, y que por lo tanto nuestra condenación sería no creer Su Palabra por tener una mente obstinada; a esto nosotros respondemos, que creemos la Palabra de Dios, y confesamos que es verdadera, pero que no ha de ser entendida burdamente como los papistas afirman. Porque en el Sacramento recibimos a Jesucristo espiritualmente, como lo hicieron los padres del Antiguo Testamento, conforme a lo que dice San Pablo. Y si los hombres ponderaran bien cómo Cristo, al ordenar este Santo Sacramento de su cuerpo y Su sangre, habló estas palabras sacramentalmente, sin duda nunca las entenderían tan burda y neciamente, en oposición a toda Escritura y a la exposición de San Agustín, San Jerónimo, Fulgencio, Vigilio, Orígenes y muchos otros escritores piadosos.
* Esta breve declaración respecto del Sacramento de la Cena del Señor no tiene fecha, pero puede ser asignada al año 1550.
-John Knox
-John Knox
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