¡Auxilio! ¡Socorro! Mi hijo no quiere asistir a la iglesia ni saber nada del cristianismo



Por Paco Orozco
                                              
El Señor nos profetizó que en este mundo tendríamos aflicción.  La aflicción más grande que podemos sufrir como padres es tener hijos que no siguen a Cristo, hijos que no quieren adorar a nuestro gran Dios y Salvador.  

Algunos padres saben que sus hijos no son cristianos porque estos mismos se lo dicen.  Los hijos ni siquiera quieren ir a la iglesia; no quieren escuchar la Biblia leída en sus hogares; no quieren tener nada que ver con la cristiandad.  En cierto sentido, estos padres tienen la ventaja de saber de la incredulidad de sus hijos.  Hay padres que no oran ni se preocupan por la salvación de sus hijos porque ven que asisten a la iglesia y están presentes cuando se lee la Biblia en su casa, y por tanto confían que sus hijos están en el camino angosto que lleva al cielo (Mateo 7:14), cuando la verdad es que sus hijos no han sido regenerados por el Espíritu Santo.  A eso me refiero cuando digo que es una ventaja saber de la incredulidad de nuestros hijos.


Pero ¿qué podemos hacer?  ¿Podemos, debemos hacer algo?

Hay padres que realmente no aman a sus hijos y no les importa su condición espiritual.  Por otro lado, hay otros que son hipercalvinistas, quizás no de nombre pero sí de actitud, y no se preocupan pensando que Dios hará Su voluntad.  “Dios los salvará si son elegidos”, dicen.  Por supuesto que todo buen cristiano cree que Dios obra en nuestros hijos según Su voluntad y que la salvación es de Dios.  Pero eso no es excusa para no tener compasión por el fruto de nuestras entrañas, como diría Jeremías.  ¡Tenemos que preocuparnos por su salvación!

También hay padres que están en el extremo opuesto; es decir, no son hipercalvinistas, pero tampoco se preocupan por la salvación de sus hijos. Se basan en versículos como Hechos 16:31, Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.[1] Creen que de seguro el Señor los salvará pues son parte de su casa.  Y confían que sus hijos irán a la gloria eterna con Dios porque de niños hicieron una “decisión por Cristo”, cuando la verdad es que los hijos dan evidencias de gran rebeldía.

            Pero ¿qué podemos hacer? Nuestros hijos pueden mostrar diferentes niveles de rebeldía que ameritan diferentes respuestas a sus actitudes.  Hay hijos, sobre todo los pequeños, que darán evidencia de su estado inconverso al no tener hambre alguna por la Palabra ni ninguna motivación a adorar a Dios.  Con tales hijos podemos ser firmes, y disciplinarlos si es necesario, para que asistan a la iglesia, escuchen la Palabra durante los devocionales familiares, aprendan el catecismo, etc. También debemos ayudarlos, motivándoles con ciertas recompensas, tal vez sirviendo nieve como postre especial después de haber ido a la iglesia, o llevándolos a su parque favorito.  Tú conoces a tus hijos y sabrás cómo motivarlos.

Algunos padres no creen en las recompensas.  Sin embargo, los galardones y las coronas que se mencionan en la Biblia claramente nos enseñan que son una buena motivación.  ¡Y ay del padre o de la madre que no hace más que castigar a sus hijos, sin nunca premiarlos cuando logran hacer algo bueno! Esto fácilmente puede provocar a ira a los hijos (ver Efesios 6:1-4).

            Hay hijos con un nivel de rebeldía que nos rompe el corazón.  No quieren ni ver la Biblia
y rehúsan asistir a la iglesia.  ¿Qué podemos hacer con ellos? Muchas veces en estos casos se debe usar la fórmula que se nos enseña en 1 Pedro 3:1. El pasaje trata de esposos incrédulos, pero la enseñanza se aplica.  Tomo la libertad de cambiar unas palabras del versículo para que noten las lecciones.

Asimismo vosotros, padres, estad sujetos a Dios; para que también los [hijos] que no creen a la Palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus padres.

En los casos de los hijos muy rebeldes no es aconsejable evangelizarlos ni exhortarlos día tras día.  Quizás de vez en cuando puedas compartirles una palabra de la Escritura y recordarles alguna promesa en cierta situación apropiada. Pero al margen de eso, tu conducta cristiana puede ser lo que Dios use para convencerlos.  

            Pero ¿hay algo más que podamos hacer?  Ciertamente lo mejor que podemos hacer es lo que hizo Job por sus hijos.  Job intercedió por sus hijos todos los días.  Tú probablemente ya haces esto.
Y  te quiero animar a seguir haciéndolo.  El diablo es muy astuto y nos dice que llevamos meses, años, incluso décadas orando por nuestros hijos y que aun no se convierten.  No le hagamos caso al diablo. Perseveremos orando y llorando por ellos.  Si llega el último día de nuestra vida y no se han convertido, pasemos a la eternidad intercediendo por ellos.  Es de gran ayuda clamar por nuestros hijos con las promesas de Dios en nuestras manos.   Intercedamos por ellos con promesas como las de Hechos 2:39, 1 Corintios 7:14 y 2 Pedro 3:9.

            Otra práctica que podemos ejercer es invitar a buenos jóvenes cristianos a nuestros hogares. Busquemos a jóvenes sabios que a través de su conducta y conversación den evidencias de que la cristiandad es real, no jóvenes que con sus hechos confunden a nuestros hijos.

            Algo más que pudiera ayudar es tener buenos libros al alcance de nuestros hijos. No digo que se los dejemos en su escritorio ni que los obliguemos a leerlos de tarea, pero sí podemos tener buenos libros en los muebles de casa, disponibles y de fácil acceso.  Tal vez tus hijos los hojeen cuando tú no estés presente. Nunca sabemos lo que Dios puede usar para abrir los ojos espirituales de nuestros hijos.


¿Y cómo soportamos esta gran aflicción como padres?

¡La aflicción de tener hijos inconversos es ciertamente profunda! Se nos secan las lágrimas de los ojos y del corazón. Pero Dios es bueno, misericordioso y nos da la salida.  En la Biblia Él nos ha dejado varias enseñanzas que nos ayudan a soportar esta gran aflicción.

En primer lugar, Dios nos enseña que todas las aflicciones tienen un propósito bueno y santo.  Estas enseñanzas incluyen la gran aflicción de tener hijos rebeldes.  Aquí nos pudiéramos extender mucho, pero tan solo enumeraremos las lecciones principales.

1) Dios permite aflicciones en tu vida para que aprendas a depender totalmente de Él. (Ver 2 Corintios 1:8-9). ¡Debemos depender totalmente de Dios para la salvación de nuestros hijos!  Ni nuestro testimonio ni nuestros argumentos sabios los pueden salvar; ¡solo Dios!

2) Dios permite aflicciones en tu vida para que no peques contra Él.  (Ver 2 Corintios 12:1-8). ¿No será que Dios te está librando de idolatrar a tus hijos?

3) Dios permite aflicciones en tu vida para que le busques y aprendas Sus estatutos.  (Ver 2 Crónicas 15:4 y Salmo 119:67, 71).  ¿Cierto o no? ¡Es hasta que nos damos cuenta de nuestra falta para con nuestros hijos y el peligro de su condición espiritual que nos hincamos y rogamos por ellos!

4) Dios permite aflicciones en tu vida para que tu fe sea probada y purificada. (Ver 1 Pedro 1:6-9).
¡Dios es sabio y sabe que la angustia que provoca la incredulidad de nuestros hijos inconversos es la mejor manera de purificar nuestra fe!

5) Dios permite aflicciones en tu vida para manifestar Sus obras en ti.  (Ver Juan 9:3). Muchas veces no sabemos cómo, pero Dios manifiesta Sus obras aun en hijos ciegos.

6) Dios permite aflicciones en tu vida para que puedas ayudar a otros hermanos con las mismas aflicciones. (Ver 2 Corintios 1:3-11). Dios te puede usar a ti para consolar a otros hermanos con hijos rebeldes.

7)  Dios permite ansiedades en tu vida para que  seas fuerte en la gracia del Señor.  (Ver 2 Corintios 12:9-10).  Dios sabe que necesitamos mucho de Su gracia para soportar los dolores que nos causan nuestros hijos inconversos, y tiene a bien usar esta providencia para darnos gracia y poder en nuestra debilidad.

8) Dios permite ansiedades en tu vida para que  participes de los padecimientos de Cristo.  (Ver 1 Pedro 4:12-13).  ¡Esta es una verdad increíble y sumamente consoladora! ¡Las angustias que sufres por tus hijos incrédulos son parte de los padecimientos de Cristo!


Por tanto, en primer lugar, confiar en que Dios tiene un propósito bueno y santo para esta providencia tan dolorosa te ayudará a soportar la aflicción por tus hijos.

En segundo lugar, si has fallado en ser un buen padre, confiar en que Dios te perdona en Cristo te ayudará a soportar la aflicción por tus hijos.  El diablo se deleita en tumbarnos al recordarnos lo mucho que pecamos como padres. Nos susurra diciéndonos que nuestros hijos son incrédulos porque no fuimos lo suficientemente buenos como padres o madres, que les fallamos mucho, que les dimos muy mal testimonio de la cristiandad real. ¡Y puede ser cierto! Nuestras conciencias nos acusan también.  ¡Pero en Dios hay perdón para que sea reverenciado!  Hermanos, ser un mal padre o una mala madre es un grave pecado, pero no es el pecado imperdonable.  En esto volvamos al evangelio, creamos en la perfección de Cristo a nuestra cuenta. Confiemos, como dice en 1 Juan, que la sangre de Cristo continuamente nos limpia de todo pecado. Si no les has pedido perdón a tus hijos por tu mala conducta y tu falta de amor, hazlo hoy. Y habiéndote arrepentido ante Dios, sigue adelante confiando en el poder de la cruz.

            En tercer lugar, recordar casos de la salvación de otros hijos rebeldes te ayudará a soportar tu aflicción.  Manasés es un caso digno de considerar.  Dios tuvo compasión hasta sus últimos días.
Otro ejemplo para recordar son los hermanos mismos del Señor.  ¿Se imaginan a la virgen María orando, llorando por ellos?  Por lo que leemos en Hechos 1:14 sabemos que Dios los transformó.
           
En último lugar, recordar el gran amor de Dios te ayudará a soportar tu aflicción. Hace algunos años escuché un sermón de Sinclair Ferguson donde mencionó que Dios ama a nuestro hijos ¡más de lo que nosotros los amamos!  Y esto es cierto.  Nosotros amamos a nuestros hijos con un amor manchado de las impurezas del pecado que mora en nosotros, pero el amor de Dios por ellos es perfecto.  Confiemos en Su buena voluntad para con ellos.


Paz y consuelo para padres

            El Señor nos profetizó que en este mundo tendríamos aflicción.  La aflicción más grande que podemos sufrir como padres es tener hijos que no siguen a Cristo, hijos que no quieren adorar a nuestro gran Dios y Salvador.   Pero notemos qué dice toda la profecía del Señor:

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz.
En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.

            Hermanas, hermanos, tengamos paz en el Señor.  Confiemos en Su providencia para con nuestros hijos.  Y confiemos que al final de todo el Señor es victorioso y todas las aflicciones que podamos sufrir tienen parte en Su gran victoria.  Y todo para la gloria de Dios.


[1] Para una buena explicación de este texto lea el libro El Evangelio Bíblico y Sus Promesas, escrito por Jorge E. Castañeda (Gracia Editora, 2013). 





Comentarios

Entradas populares