LA DICHA DE LOS HOGARES SANTOS (III PARTE)
Por Charles Spurgeon.
En la Parte II de este Sermón, el pastor Spurgeon, nos animó a
reconocer con nuestras voces que Dios está allí (en el Hogar), y a reconocerlo principalmente por el hecho de que tú eres un cristiano feliz, jovial, alegre y agradecido, que hablas bien del nombre de Dios, y que no te avergüenzas ante nadie de profesar que eres un soldado de la cruz, un seguidor del Cordero!
La oración del Pastor Spurgeon es:¡Que Dios les dé más y más de este espíritu en todos sus hogares! La iglesia entera será bendecida cuando cada familia sea conducida de esta manera a ser feliz en el Señor y en Su gran salvación.
Ahora, por último punto..... Tenemos la III Parte de este Sermón:
El regocijo de los hogares santos
es UN GOZO RELATIVO A LO QUE EL SEÑOR HA HECHO.
Ustedes ven, queridos amigos, que tengo un texto que es demasiado
extenso para ser tratado en un sermón, así que consideraremos el resto otro día. Pero he de pedirles que noten el cántico que cantan los hogares santos; es este: “La diestra de Jehová hace proezas. La diestra de Jehová es sublime; la diestra de Jehová hace valentías.” Es un acorde triple; nosotros y nuestros hijos hemos aprendido a bendecir al Dios Trino. “¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos! Amén.”
¡Cómo deberíamos alegrarnos en Dios, en nuestras familias, cuando
pensamos en todo lo que Él ha hecho venciendo al pecado y a Satanás, a la
muerte y al infierno! Cristo llevó cautiva a la cautividad; por tanto,
cantemos al Señor, pues ha triunfado gloriosamente. En esa gran victoria en la cruz, en verdad, la diestra del Señor fue exaltada, la diestra de Jehová-Jesús hizo proezas a favor nuestro, y por ello debemos estar alegres por
siempre y alabar Su nombre.
Luego, pensemos en lo que el Señor ha hecho por cada uno de nosotros
individualmente. Nosotros estábamos cautivos bajo el dominio del pecado
y de Satanás, pero Él nos sacó con mano fuerte, y con brazo extendido, de la misma manera que liberó a Israel de los Egipcios. Entonces nuestros pecados nos persiguieron, y estábamos listos a desesperar; pero el Señor obró de nuevo nuestra liberación, y nos arrancó de las manos de nuestros poderosos enemigos, y nos puso gloriosamente en libertad. En verdad, “la
diestra de Jehová hace proezas.”
Desde entonces, el Señor nos ha ayudado en Su providencia, y nos ha
liberado de las fieras tentaciones, y ha hecho que permanezcamos firmes
cuando el adversario ha arremetido agresivamente en contra nuestra para
hacernos caer. “La diestra de Jehová es sublime; la diestra de Jehová hace
valentías.” Cuando considero mi vida con una mirada retrospectiva, nunca
sé dónde comenzar a alabar a Dios; y, cuando comienzo, estoy convencido
de no saber dónde dejar de hacerlo. “Marcha, oh alma mía, con poder”.
También en tu caso, querido amigo, la diestra del Señor es sublime dándote
fuerzas en medio de la debilidad, y ayudándote a pesar de las muchas
caídas y fallas; ¿no podría ver cada uno de ustedes, en su esfera separada,
algo que la diestra del Señor está haciendo por ustedes? Por tanto, ¿no
piensan que sus familias deberían entonar alegres cánticos de acción de
gracias? Cuando la obra del Señor está prosperando, cuando regresas a casa después de una reunión en la iglesia en la que muchos han confesado su fe en Cristo, cuando ves la fosa del bautismo removida por muchos que han llegado para ser enterrados simbólicamente con Cristo, cuando ves la iglesia desarrollándose a izquierda y derecha, cuando se abren nuevas estaciones de misión y más escuelas dominicales, y más obreros están ocupados en la obra del Señor, ¿no deberían danzar de gozo sus corazones al cantar: “La diestra de Jehová hace proezas; la diestra de Jehová es sublime; la diestra de Jehová hace valentías”?
Y cuando ves a grandes pecadores convertidos, cuando el borracho
abandona sus copas, cuando el blasfemo lava su inmunda boca y canta las alabanzas de Dios, cuando un hombre escéptico, endurecido e irreligioso, se inclina como un niño a los pies de Jesús, ¿no deberían nuestros familiares ser notificados con esos hechos, y no debería ser un tema de gozo en el altar familiar?
Estoy seguro de que debería serlo; y cuando oyes a los misioneros reportando sus éxitos, cuando el pagano se vuelve al Señor y las naciones comienzan a recibir la luz de Cristo, ¿no deberíamos tener
un día solemne de jubileo, y decir: “Este es el día que hizo Jehová; nos
gozaremos y alegraremos en él”? Quiero que nuestras familias participen más y más en el júbilo de la gran familia de Dios, hasta que nuestras pequeñas familias sean fundidas en la gran familia única del cielo y de la tierra; hasta que nuestras tribus separadas formen parte del único Israel grandioso de Dios; hasta que nosotros y todos nuestros familiares cercanos seamos un cuerpo en Cristo, y alabemos a ese Señor que es nuestra gloriosa Cabeza.
¡Ah, queridos amigos, pero cada uno de nosotros debe comenzar por
ejercitar la fe personal en el Señor Jesucristo! Algunos aquí presentes no
conocen todavía al Señor. No pueden hacer felices a otras personas
mientras ustedes mismos estén sin el verdadero secreto de la felicidad; sin
embargo, ustedes desean ser una fuente de bendición para otros, ¿no es
cierto? Ustedes no desean hacerles daño, ¿no es cierto? No obstante,
ustedes, buenas personas morales, que no entregan sus corazones a Dios,
hacen un gran daño si su conducta conduce a otras personas a decir: “es
bastante suficiente ser morales y rectos; no hay necesidad de que vayamos a Cristo para confesar nuestro pecado, y recibir de Él un nuevo corazón y un espíritu recto.” Ustedes los impulsan a hablar así dándoles un ejemplo muy malo.
En cuanto a ustedes, que entran y salen de la casa de oración todos los
años, y raramente piden una bendición para sus comidas, y mucho menos llaman a sus niños a su regazo para hablarles acerca de Cristo, recuerden que tendrán que enfrentarse con esos niños en el día del juicio. ¿Qué les dirán a ustedes, padres, si descuidan sus almas? Ustedes trabajan muy duro, tal vez, para ganar el pan diario para ellos, y para poner vestidos sobre sus espaldas, y los aman mucho; pero el amor que sólo ama al cuerpo y no ama al hijo real, al alma que está dentro, es un pobre amor. Si en medio de la noche, alguien te despertara, y te dijera: “tu Juanito no está en casa”, habría una conmoción en el hogar muy rápidamente; perderías el sueño si tu pequeño Juanito estuviera afuera, en el frío.
Yo quisiera poder despertar a algunos de ustedes, padres, que son salvos,
pero que tienen hijos que no son convertidos. Tienen que orar para que
sean salvados antes de que abandonen su techo.
El otro día me reuní con una mujer que vino para unirse a la iglesia, y su
gran aflicción era que sus hijos eran todos impíos, y ahora no podía
hablarles como una vez hubiera podido hacerlo cuando estaban en su casa. Ella nunca buscó su salvación entonces, y aquel tiempo se acabó, pues ya eran hombres y mujeres maduros, y tenían poco respeto ahora por la palabra de una madre.
Siempre me agrada oír lo que me dijeron dos hijos hace sólo quince días; uno me dijo: “yo encontré la paz en el regazo de mi madre”; y el otro me dijo: “yo encontré la paz con Dios en el regazo de mi madre”. El regazo de una madre es un lugar encantador para que un hijo encuentre al Salvador; su regazo ha de estar consagrado así hasta que sus hijos se acerquen a Dios allí. ¿No los tomarán individualmente, y orarán con ellos, y no hablarán con ellos acerca de sus almas? Si lo hicieran, creo que puedo aventurarme a prometerles que tendrán éxito en casi cada caso. Siempre que me entero de
que los hijos de buenos padres han salido malos, cuando he tenido la
oportunidad de escudriñar la causa, he descubierto que ha habido
generalmente una buena razón para ello.
Me enteré que los hijos de un ministro eran todos malos sujetos; pero
cuando comencé a analizar la vida de esa familia, me pregunté cómo se
atrevió a subir al púlpito ese ministro, pues su propio carácter no era de una
naturaleza que propendiera a conducir a sus hijos al Salvador. Pudiera no ser así en cada caso; pero yo creo que, allí donde se da la oración en familia, y hay un hogar feliz, y hay un santo ejemplo, y mucha suplicación sincera con los hijos y por los hijos, la declaración de Salomón es válida todavía: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.
¡Ah, queridos amigos, que el texto se convierta en una realidad para todos
ustedes! ¡Que el Señor lo conceda así por Jesucristo nuestro Señor! Amén.
En la Parte II de este Sermón, el pastor Spurgeon, nos animó a
reconocer con nuestras voces que Dios está allí (en el Hogar), y a reconocerlo principalmente por el hecho de que tú eres un cristiano feliz, jovial, alegre y agradecido, que hablas bien del nombre de Dios, y que no te avergüenzas ante nadie de profesar que eres un soldado de la cruz, un seguidor del Cordero!
La oración del Pastor Spurgeon es:¡Que Dios les dé más y más de este espíritu en todos sus hogares! La iglesia entera será bendecida cuando cada familia sea conducida de esta manera a ser feliz en el Señor y en Su gran salvación.
Ahora, por último punto..... Tenemos la III Parte de este Sermón:
El regocijo de los hogares santos
es UN GOZO RELATIVO A LO QUE EL SEÑOR HA HECHO.
Ustedes ven, queridos amigos, que tengo un texto que es demasiado
extenso para ser tratado en un sermón, así que consideraremos el resto otro día. Pero he de pedirles que noten el cántico que cantan los hogares santos; es este: “La diestra de Jehová hace proezas. La diestra de Jehová es sublime; la diestra de Jehová hace valentías.” Es un acorde triple; nosotros y nuestros hijos hemos aprendido a bendecir al Dios Trino. “¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos! Amén.”
¡Cómo deberíamos alegrarnos en Dios, en nuestras familias, cuando
pensamos en todo lo que Él ha hecho venciendo al pecado y a Satanás, a la
muerte y al infierno! Cristo llevó cautiva a la cautividad; por tanto,
cantemos al Señor, pues ha triunfado gloriosamente. En esa gran victoria en la cruz, en verdad, la diestra del Señor fue exaltada, la diestra de Jehová-Jesús hizo proezas a favor nuestro, y por ello debemos estar alegres por
siempre y alabar Su nombre.
Luego, pensemos en lo que el Señor ha hecho por cada uno de nosotros
individualmente. Nosotros estábamos cautivos bajo el dominio del pecado
y de Satanás, pero Él nos sacó con mano fuerte, y con brazo extendido, de la misma manera que liberó a Israel de los Egipcios. Entonces nuestros pecados nos persiguieron, y estábamos listos a desesperar; pero el Señor obró de nuevo nuestra liberación, y nos arrancó de las manos de nuestros poderosos enemigos, y nos puso gloriosamente en libertad. En verdad, “la
diestra de Jehová hace proezas.”
Desde entonces, el Señor nos ha ayudado en Su providencia, y nos ha
liberado de las fieras tentaciones, y ha hecho que permanezcamos firmes
cuando el adversario ha arremetido agresivamente en contra nuestra para
hacernos caer. “La diestra de Jehová es sublime; la diestra de Jehová hace
valentías.” Cuando considero mi vida con una mirada retrospectiva, nunca
sé dónde comenzar a alabar a Dios; y, cuando comienzo, estoy convencido
de no saber dónde dejar de hacerlo. “Marcha, oh alma mía, con poder”.
También en tu caso, querido amigo, la diestra del Señor es sublime dándote
fuerzas en medio de la debilidad, y ayudándote a pesar de las muchas
caídas y fallas; ¿no podría ver cada uno de ustedes, en su esfera separada,
algo que la diestra del Señor está haciendo por ustedes? Por tanto, ¿no
piensan que sus familias deberían entonar alegres cánticos de acción de
gracias? Cuando la obra del Señor está prosperando, cuando regresas a casa después de una reunión en la iglesia en la que muchos han confesado su fe en Cristo, cuando ves la fosa del bautismo removida por muchos que han llegado para ser enterrados simbólicamente con Cristo, cuando ves la iglesia desarrollándose a izquierda y derecha, cuando se abren nuevas estaciones de misión y más escuelas dominicales, y más obreros están ocupados en la obra del Señor, ¿no deberían danzar de gozo sus corazones al cantar: “La diestra de Jehová hace proezas; la diestra de Jehová es sublime; la diestra de Jehová hace valentías”?
Y cuando ves a grandes pecadores convertidos, cuando el borracho
abandona sus copas, cuando el blasfemo lava su inmunda boca y canta las alabanzas de Dios, cuando un hombre escéptico, endurecido e irreligioso, se inclina como un niño a los pies de Jesús, ¿no deberían nuestros familiares ser notificados con esos hechos, y no debería ser un tema de gozo en el altar familiar?
Estoy seguro de que debería serlo; y cuando oyes a los misioneros reportando sus éxitos, cuando el pagano se vuelve al Señor y las naciones comienzan a recibir la luz de Cristo, ¿no deberíamos tener
un día solemne de jubileo, y decir: “Este es el día que hizo Jehová; nos
gozaremos y alegraremos en él”? Quiero que nuestras familias participen más y más en el júbilo de la gran familia de Dios, hasta que nuestras pequeñas familias sean fundidas en la gran familia única del cielo y de la tierra; hasta que nuestras tribus separadas formen parte del único Israel grandioso de Dios; hasta que nosotros y todos nuestros familiares cercanos seamos un cuerpo en Cristo, y alabemos a ese Señor que es nuestra gloriosa Cabeza.
¡Ah, queridos amigos, pero cada uno de nosotros debe comenzar por
ejercitar la fe personal en el Señor Jesucristo! Algunos aquí presentes no
conocen todavía al Señor. No pueden hacer felices a otras personas
mientras ustedes mismos estén sin el verdadero secreto de la felicidad; sin
embargo, ustedes desean ser una fuente de bendición para otros, ¿no es
cierto? Ustedes no desean hacerles daño, ¿no es cierto? No obstante,
ustedes, buenas personas morales, que no entregan sus corazones a Dios,
hacen un gran daño si su conducta conduce a otras personas a decir: “es
bastante suficiente ser morales y rectos; no hay necesidad de que vayamos a Cristo para confesar nuestro pecado, y recibir de Él un nuevo corazón y un espíritu recto.” Ustedes los impulsan a hablar así dándoles un ejemplo muy malo.
En cuanto a ustedes, que entran y salen de la casa de oración todos los
años, y raramente piden una bendición para sus comidas, y mucho menos llaman a sus niños a su regazo para hablarles acerca de Cristo, recuerden que tendrán que enfrentarse con esos niños en el día del juicio. ¿Qué les dirán a ustedes, padres, si descuidan sus almas? Ustedes trabajan muy duro, tal vez, para ganar el pan diario para ellos, y para poner vestidos sobre sus espaldas, y los aman mucho; pero el amor que sólo ama al cuerpo y no ama al hijo real, al alma que está dentro, es un pobre amor. Si en medio de la noche, alguien te despertara, y te dijera: “tu Juanito no está en casa”, habría una conmoción en el hogar muy rápidamente; perderías el sueño si tu pequeño Juanito estuviera afuera, en el frío.
Yo quisiera poder despertar a algunos de ustedes, padres, que son salvos,
pero que tienen hijos que no son convertidos. Tienen que orar para que
sean salvados antes de que abandonen su techo.
El otro día me reuní con una mujer que vino para unirse a la iglesia, y su
gran aflicción era que sus hijos eran todos impíos, y ahora no podía
hablarles como una vez hubiera podido hacerlo cuando estaban en su casa. Ella nunca buscó su salvación entonces, y aquel tiempo se acabó, pues ya eran hombres y mujeres maduros, y tenían poco respeto ahora por la palabra de una madre.
Siempre me agrada oír lo que me dijeron dos hijos hace sólo quince días; uno me dijo: “yo encontré la paz en el regazo de mi madre”; y el otro me dijo: “yo encontré la paz con Dios en el regazo de mi madre”. El regazo de una madre es un lugar encantador para que un hijo encuentre al Salvador; su regazo ha de estar consagrado así hasta que sus hijos se acerquen a Dios allí. ¿No los tomarán individualmente, y orarán con ellos, y no hablarán con ellos acerca de sus almas? Si lo hicieran, creo que puedo aventurarme a prometerles que tendrán éxito en casi cada caso. Siempre que me entero de
que los hijos de buenos padres han salido malos, cuando he tenido la
oportunidad de escudriñar la causa, he descubierto que ha habido
generalmente una buena razón para ello.
Me enteré que los hijos de un ministro eran todos malos sujetos; pero
cuando comencé a analizar la vida de esa familia, me pregunté cómo se
atrevió a subir al púlpito ese ministro, pues su propio carácter no era de una
naturaleza que propendiera a conducir a sus hijos al Salvador. Pudiera no ser así en cada caso; pero yo creo que, allí donde se da la oración en familia, y hay un hogar feliz, y hay un santo ejemplo, y mucha suplicación sincera con los hijos y por los hijos, la declaración de Salomón es válida todavía: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.
¡Ah, queridos amigos, que el texto se convierta en una realidad para todos
ustedes! ¡Que el Señor lo conceda así por Jesucristo nuestro Señor! Amén.
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