POR QUE ESTAMOS (¡Glup!) EDUCANDO EN CASA


Por Ron Julian

Después de siete años de estudiar en la escuela pública, ahora mi hijo está siendo educado en casa. Sus reacios padres tomaron esta decisión con gran dificultad. Quiero explicar porqué lo hicimos, no porque esté tratando de convencer a alguien más a hacer lo mismo. No estoy en posición (o de humor) de decirle a alguien más qué hacer. En lugar de ello estoy escribiendo esto como un testimonio de un padre Cristiano.
Más y más las escuelas públicas están confrontando a los Cristianos con elecciones difíciles; lo que sigue es un recuento de las presiones que nos inspiraron a hacer el cambio.

UN CHOQUE DE COSMOVISIONES
Como muchos otros antes que yo, yo también he sentido una creciente tensión entre mi cosmovisión Cristiana y la dirección en que mi cultura está yendo. Francis Schaeffer dijo que estamos viviendo en una era “post-Cristiana”; esto se está haciendo más obvio con cada año que pasa. Esta tensión es particularmente aguda en las escuelas públicas; estoy terriblemente consciente que la mayor parte de los educadores miran el mundo de una forma muy diferente a como yo lo veo.
No me mal entienda; mi queja no es que yo soy un Cristiano y que la mayor parte de la gente en la educación pública no lo es. No soy un "aislacionista"; creo que es saludable para los niños el estar expuestos a diferentes puntos de vista. No espero que la escuela pública promueva el Cristianismo. La educación pública debe ser esencialmente pluralista. Los Cristianos pueden creer en la verdad absoluta sin desear que el gobierno haga observar por la fuerza una religión o filosofía particular. Además, no creo en alguna especie de conspiración humanista para lavarle el cerebro a mis hijos para alejarles de mí y de mis valores. En realidad yo debiera describir un poco más eso; ciertamente existen aquellos en la educación que tienen una agenda para mis hijos muy diferente de la mía. Si las posiciones tomadas por la Asociación Nacional de Educación son de algún indicativo, algunos educadores están tratando de hacer una especie de maniobra evasiva con padres con convicciones como las mías. Y en un nivel individual sé que algunos maestros sí tienen una agenda; están allí conscientemente para hacer caso omiso, si es que pueden, de mi influencia sobre el pensamiento de mis hijos. Están los maestros de la nueva era quienes están tratando de convencer a los niños de que todos nosotros somos dios; están los maestros homosexuales quienes quieren convencer a los niños que la orientación sexual es un asunto moralmente neutral; están los maestros ateos que quieren convencer a los niños de que toda religión es superstición anticientífica. Ellos simplemente no están en desacuerdo conmigo; me ven como un obstáculo al que hay que evadir. Sin embargo, no creo que la mayoría de los maestros sean como los que acabo de describir; la mayoría de los maestros que mi hijo tiene han sido muy concienzudos, y tratan de ser tan objetivos como pueden con respecto a asuntos controversiales. Así que, ¿cuál es el problema? Déjeme ser directo: a pesar, y algunas veces debido a ello, los esfuerzos de los maestros por ser “objetivos,” veo a las escuelas públicas produciendo una generación de papanatas. No pido que las escuelas promuevan todo valor en el que creo, pero deberían estar enseñándole a los niños a pensar profundamente acerca de los asuntos de la vida. Los ateos todavía pueden entender cuáles son las grandes cuestiones de la vida, y pueden ayudarle a los niños a entender los asunto simplicados, aún si ellos mismos no han llegado a sanas conclusiones. Incluso cuando era yo un no-creyente, yo entendía que las respuestas a estas cuestiones IMPORTABAN; o Dios estaba allí o no lo estaba. O existe una base para la moralidad, u otra, o ninguna. Estas cuestiones me preocupaban, y aprendí mucho tanto de creyentes como de no-creyentes mientras batallaba para hallarles sentido, después de todo.
No me puedo quejar de que los profesores no concuerdan conmigo en las respuestas a estas cuestiones;pero muchos ni siquiera parecen ver estas cuestiones.
Menos y menos gente en nuestra cultura parece tener algún entendimiento o curiosidad filosófica.
La mayor parte de nosotros parece creer que el único mal real es limitar la libertad personal de alguien.
Libertad – ese es el absoluto; esta es la realidad que es auto-evidente a nuestra cultura. La muerte es mala, porque es la intrusión última sobre mi libertad de acción; la intolerancia es mala, porque se presume que evalúa las elecciones libres de otros. Todas las otras cuestiones-asuntos sobre la verdad, el valor, la moralidad, la religión, todo esto en sentido – son vistas como asuntos de elección personal; solo agarra una filosofía y un tiempo adecuado para  hallarle el gusto.
Esto sale a la superficie alto y claro en las escuelas; puedo distinguirlo por el pensamiento que mi propio hijo ha desarrollado con el tiempo. La escuela avanza con pies de plomo a través de tópicos como la moralidad sexual, la religión y el significado último de la vida. Después de todo tenemos una separación entre la iglesia y el estado; no debemos promover un punto de vista sobre el otro. Mientras tanto, de manera regular, los chicos son exhortados de manera ambigua a celebrar la diversidad, a salvar al planeta, y guardarse contra el embarazo no deseado y el SIDA. No pueden sino captar el mensaje: la mayoría de cuestiones con las que trata la religión son personales, relativas e irrelevantes. La libertad y la tolerancia son tan obviamente valiosas que no necesitan defensa; la religión es tan obviamente “personal” y“subjetiva” que no es de ningún valor práctico. Los niños están captando el cuadro de que si las mujeres andan por allí durmiendo, quedan embarazadas, tienen un aborto y luego se vuelven lesbianas, entonces ha hecho una elección personal de un estilo de vida; si bebe de una copa de poliestireno, entonces ha hecho algo moralmente erróneo. Nadie ha dicho esto en alta voz, pero lo que los maestros no dicen habla tan alto como lo que dicen.
Para mucha gente en nuestra cultura – y para muchos maestros en las escuelas públicas – es auto-evidente que la intolerancia es mala, y que todo lo demás está allí para cualquiera que quiera hacer el esfuerzo para asirlo. Pero lo auto-evidente a menudo no es examinado. De esta manera maestros bien intencionados terminan perjudicando a sus estudiantes. Justo en el tiempo cuando las mentes de los niños debieran ser estimuladas y desafiadas con respecto a los asuntos centrales de la existencia humana, sus maestros se hallan fomentando un estupor intelectual y moral.

¿QUÉ ES UNA EDUCACIÓN?

Me gusta el cuadro de la educación que Mortimer Adler presentó en su Proposición Paideia. La educación debería hacer tres cosas:
1) impartir un amplio rango de conocimiento, 2) enseñar un rango
diverso de habilidades intelectuales, y 3) promover un profundo entendimiento de ideas y valores.
En la actualidad, la educación pública no parece estar haciendo un buen trabajo con ninguna de estas. La experiencia educacional está siendo dividida por demasiadas fuerzas en competencia:
• Alguno miran la meta de la educación como la de producir trabajadores habilidosos en nuestra fuerza de trabajo; tenemos que mantenernos al día con los Japoneses.
• Otros miran las escuelas públicas como el lugar ideal para hacer un poco de ingeniería social. La contaminación, las enfermedades sexualmente transmitidas, la intolerancia – estos males pueden ser detenidos en el inicio de su desarrollo si solamente “educamos” a los niños bastante pronto.
• Otros han reconocido, con razón, que más y más niños han sido dejados a la deriva por sus padres. Los maestros se están convirtiendo en algo menos que educadores y más en una especie de padres y madres sustitutos. Incluso los mejores maestros son obligados a gastar
más y más tiempo tratando con chicos indisciplinados e irrespetuosos. La enseñanza se convierte, por necesidad, en un lujo que ocurre entre crisis, especialmente a medida que aumenta el tamaño de las clases.
Y así sucesivamente. No culpo a los maestros; les respeto inmensamente. Pero no puedo llegar aninguna otra conclusión: el tipo de educación que me gustaría que recibieran mis hijos se está convirtiendo en un sueño imposible en las escuelas públicas tal y como las conozco.
Al principio mi esposa y yo pensábamos en “suplir” lo que sentíamos que estaba faltando en la experiencia escolar de nuestro hijo. Pero eso es muy difícil de hacer. La escuela absorbe un gran trozo del tiempo de un chico, y las tareas en casa toman más horas. Estoy seguro que muchos padres han sentido lamisma frustración que hemos sentido. Al mismo tiempo que las escuelas dicen “necesitamos la ayuda de los padres,” los crudos hechos de la administración del tiempo hacen muy difícil el estar muy involucrado
con la educación de los chicos. Y francamente, mucho de las tareas en casa nos parecían una mera excusa para mantener ocupados a los muchachos. Era increíblemente frustrante sentir que nuestras oportunidades para interactuar con nuestro hijo salían perdiendo frente a asignaciones y tareas tontas.

EL FACTOR FAMILIAR
En última instancia nos pareció que el sistema escolar estaba tomando, y quedándose, con algo de mucho valor para nosotros. Sospecho que los niños necesitan estar involucrados más de cerca con sus padres de lo que usualmente ocurre en nuestra cultura. Ahora, creo absolutamente que mi trabajo es dirigir a mis hijos hacia una independencia más y más grande; no quiero aferrarme patéticamente a mis hijos, tratando desesperadamente de mantenerles dependientes de mí. Pero los hijos edifican esa independencia sobre el fundamento de un fuerte compromiso y apoyo paternos. Ya la vida moderna ha removido muchas oportunidades para que los hijos trabajen al lado de los padres, para que aprendan lo que sabemos y lo que creemos. Nuestra sociedad cree que la vida moderna es tan complicada que se requiere de especialistas para que le enseñen a nuestros hijos lo que necesitan saber. Pero al entregar nuestros hijos a los especialistas, hemos reducido nuestro propio rol en sus vidas en un momento cuando todavía nos necesitan grandemente.
Todos los padres han de decidir por sí mismos dónde se encuentra el balance en todo esto; nosotros llegamos a sentir que algo realmente bueno podía resultar si manteníamos a nuestro hijo en casa. Ya puedo ver la verdad en eso; él y yo hemos tenido muchas más oportunidades para conversaciones importantes de las que habíamos tenido cuando estaba en la escuela; simplemente no había tiempo.


RESUMIENDO
Al final, los problemas que he discutido parecieron requerir de nosotros el hacer algo. La escuela estaba llenando la cabeza de mi hijo con una cosmovisión fraudulenta; estaba tomando un gran trozo de su tiempo y dándole, en devolución, una pobre educación; estaba quitándonos algunas de nuestras mejores oportunidades para ser una familia. Esos son los problemas, tal y como los vimos; el educar en el hogar nos pareció una buena solución – difícil, pero que bien valía la pena intentar.
¿Podemos hacer el trabajo? Creo que sí; espero que sí; ciertamente lo vamos a intentar.


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Ron Julian ha sido un maestro en el Centro de Estudio McKenzie desde 1982. Con un título en lingüística,
el foco de Ron es la exégesis bíblica y la comunicación del evangelio. Otros intereses incluyen los
idiomas bíblicos, el cine, la música, la literatura y la tecnología de computadoras.
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DERECHOS DE AUTOR Y DE COPIA
Este artículo (impreso primero en Noviembre de 1993, en el boletín mensual, “Noticias y Perspectivas,”
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