LA DICHA DE LOS HOGARES SANTOS (Parte II)
Por Charles Spurgeon.
“Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos; la diestra de
Jehová hace proezas. La diestra de Jehová es sublime; la diestra de Jehová hace valentías.” Salmo 118: 15, 16.
LA DICHA EN EL HOGAR DEBE SER EXPRESADA; “Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos.”
Debemos prestar una lengua a nuestros goces, y dejar que hablen. La voz debe ser escuchada diariamente, de la mañana a la noche y hasta que el silencio del sueño se escabulla en todo; pero nunca debe dejar de resonar en las reuniones diarias para la oración en familia. Debe constituir una ocasión feliz cuando nos reunimos para leer la Palabra de Dios, y para orar juntos. Sería muy bueno si pudiéramos cantar también en esos momentos.
Matthew Henry dice, en relación a la oración familiar: “los que oran, hacen
bien; los que oran y leen las Escrituras, hacen todavía mejor; los que oran, y leen las Escrituras, y cantan un himno, hacen lo mejor de todo.”
En esto, fue sabio y preciso como siempre; yo desearía que sus palabras recibieran una mayor atención. Si no pueden abarcar la última de las tres cosas buenas, combinen la alabanza con su oración haciéndola más llena de gozo
y de agradecimiento que lo usual. No permitan nunca que la devoción
doméstica degenere en una insulsa formalidad, antes bien involucren un
vivo deleite emocionado en ello, de tal manera que sea un gozo acercarse al
Señor y no un fastidio. Donde no hay oración de familia, no podemos
esperar que los hijos crezcan en el temor del Señor, ni el hogar puede
esperar la felicidad.
Tal vez, algunos de ustedes no han comenzado la oración en familia, pues han sido convertidos recientemente. Comiencen a hacerla de inmediato, si les fuera posible; no permitan que concluya este día sin hacer el intento de orar en familia. Pero oigo que alguien dice: “Nunca he orado en voz alta”. Entonces comienza de inmediato, hermano mío. “Pero me da miedo”. ¿Le tienes miedo a tu esposa? Eso, en verdad, es una verdadera lástima; lo siento mucho por tu condición de hombre, pues ella es la última mujer de quien deberías tener miedo. “¡Oh, pero es que yo hablaría de manera
entrecortada!” Eso no sería una gran calamidad; una oración entrecortada
es a menudo la mejor forma de suplicación. ¿No será que esta objeción brota de tu orgullo? No te gusta orar delante de tu familia a menos que lo hagas bien, para recibir así su aprobación. Despréndete de ese espíritu, y piensa en Dios únicamente, a quien te debes dirigir. Las palabras seguirán al deseo, y muy pronto tendrás que tener más miedo de tu fluidez que de tu brevedad. Sólo rompe el hielo; pídele al Señor Jesús que eche fuera al espíritu mudo, y Él te liberará de su poder. Si el esposo no dirige la devoción, entonces que lo haga la esposa; pero no dejen pasar ni un solo día sin la oración en familia; un hogar sin ella es un hogar sin techo, y un día sin ella es un día sin bendición. ¿Me comentas: “¡Ay!, querido señor, mi esposo no es convertido”? Entonces, mi querida hermana, esfuérzate por tener oración con los hijos, y ora tú misma.
Yo recuerdo que cuando mi padre se ausentaba del hogar para predicar el
Evangelio, mi madre suplía siempre su lugar en el altar de la familia; y en
mi propia familia, si yo he tenido que ausentarme y mi amada esposa ha
estado enferma, mis hijos, siendo muchachos todavía, no dudaban en leer las Escrituras y orar. No podíamos tener un hogar sin oración; eso sería pagano o ateo.
Habrá frecuentes ocasiones de santa dicha en todas las familias cristianas, y estas ocasiones deben disfrutarse muy cordialmente. La dicha santa no
engendra ningún mal, por mucho que la disfrutemos. Tú podrías comer
fácilmente demasiada miel, pero nunca podrías disfrutar de demasiado
deleite en Dios. Los cumpleaños y los aniversarios de todo tipo, y las
diversas reuniones familiares deberían hacernos vivir la vida muy
cordialmente al compás de la música.
Además, sería bueno que sus hogares resonaran más generalmente con
cantos. Cuando los miembros de un hogar están acostumbrados a cantar
individual y colectivamente, eso echa fuera los monótonos cuidados, ayuda
a evitar los malos pensamientos, e induce a una exultación general. Por
supuesto que debe haber un sentido común en esto, como en todas las
demás cosas, pero así como los mundanos son capaces de cantar canciones, nosotros podemos con la misma facilidad cantar salmos.
He conocido a algunas personas muy felices que siempre estaban
tarareando salmos e himnos y cánticos espirituales. Conocí a una sirvienta que cantaba cuando estaba lavando, y decía que eso aligeraba su trabajo. Es algo muy importante cantar cuando estás trabajando. Trata de silbar un poco si no puedes cantar; esa es una palabra que recibí de un viejo metodista primitivo. Solía encontrármelo en las mañanas; él tarareaba y tarareaba y tarareaba mientras caminaba. Mientras trabajaba en el campo, hacía exactamente lo mismo. Yo le pregunté qué era lo que le hacía cantar.
Él respondió: “Bien, yo no le llamo cantar a lo mío, sólo tarareo; pero para mí es lo mismo que cantar, es cantar en mi corazón; yo canto de esta
manera porque me siento muy feliz en el Señor. Dios me ha salvado, y me
puso en el camino al cielo, entonces, ¿por qué no habría de cantar?”
¡Qué ruido hacen a veces los impíos cuando están sirviendo a su dios!
Vuelven odiosa la noche con sus cantos, y con sus gritos y blasfemias;
entonces, ¿por qué no habríamos de hacer una algarabía de júbilo para el
Señor nuestro Dios? Les recomiendo que lo intenten en sus propias casas,
que literalmente alaben al Señor con sus voces con canto santo.
Si realmente no pueden cantar del todo, sin embargo, la voz de júbilo y de salvación puede estar en sus tiendas por una constante alegría que se sostiene bajo el dolor y la pobreza, las pérdidas y las cruces. No estés
abatido, amado hijo de Dios; o, si estás abatido, regáñate a ti mismo, y di:
“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios;
porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.” La dicha es la
condición normal de un cristiano; cuando es lo que debe ser, su corazón se regocija en el Señor. ¿Acaso el mandato apostólico no va en este sentido: “Regocijaos en el Señor siempre”? Si alguna vez se salen fuera de esa palabra: “siempre”, entonces podrían abandonar el regocijarse; pero eso no pueden hacerlo, por tanto, obedezcan el precepto de Pablo: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” Amontonen las dichas la una sobre la otra; gócense y regocíjense, y luego regocíjense todavía más.
“¿Por qué habrían de ir los hijos de un Rey Lamentándose todos sus días?”
¿Por qué los hijos del Rey no deberían ir regocijándose todos sus días, y
expresando su gozo de tal manera que otros lo conozcan también? ¡Ah,
queridos amigos, si entráramos en algunas casas en las que Dios no es
conocido, oiríamos un sonido muy diferente a la voz de júbilo y salvación!
Tienen la horrible voz del borracho, que hiere el oído de la mujer a quien
prometió amar y proteger, pero cuya vida hace indeciblemente miserable,
mientras incluso los hijitos corren a su aposento para apartarse del paso del padre alcohólico. Es algo terrible cuando un hogar es así; y hay muchos
hogares de esa índole; y en otros lugares, donde no hay borrachera, hay muchos individuos sin el temor de Dios, que entran a su casa y amedrentan e intimidan a los demás, como si todos tuvieran que ser sus esclavos. Hay una mujer, tal vez, que es una persona desaseada y desaliñada, y que hace infeliz al hogar por causa de su murmuración y de su holgazanería y hace que se desvanezca toda idea de felicidad. Estas cosas no deberían suceder, y no deben ser.
¡Que Dios te conceda que tu hogar no sea así; antes bien, que todos los que
entren en tu casa se vean forzados a reconocer que Dios está allí, y a
reconocerlo principalmente por el hecho de que tú eres un cristiano feliz, jovial, alegre y agradecido, que hablas bien del nombre de Dios, y que no te avergüenzas ante nadie de profesar que eres un soldado de la cruz, un seguidor del Cordero! ¡Que Dios les dé más y más de este espíritu en todos sus hogares! La iglesia entera será bendecida cuando cada familia sea conducida de esta manera a ser feliz en el Señor y en Su gran salvación.
“Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos; la diestra de
Jehová hace proezas. La diestra de Jehová es sublime; la diestra de Jehová hace valentías.” Salmo 118: 15, 16.
LA DICHA EN EL HOGAR DEBE SER EXPRESADA; “Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos.”
Debemos prestar una lengua a nuestros goces, y dejar que hablen. La voz debe ser escuchada diariamente, de la mañana a la noche y hasta que el silencio del sueño se escabulla en todo; pero nunca debe dejar de resonar en las reuniones diarias para la oración en familia. Debe constituir una ocasión feliz cuando nos reunimos para leer la Palabra de Dios, y para orar juntos. Sería muy bueno si pudiéramos cantar también en esos momentos.
Matthew Henry dice, en relación a la oración familiar: “los que oran, hacen
bien; los que oran y leen las Escrituras, hacen todavía mejor; los que oran, y leen las Escrituras, y cantan un himno, hacen lo mejor de todo.”
En esto, fue sabio y preciso como siempre; yo desearía que sus palabras recibieran una mayor atención. Si no pueden abarcar la última de las tres cosas buenas, combinen la alabanza con su oración haciéndola más llena de gozo
y de agradecimiento que lo usual. No permitan nunca que la devoción
doméstica degenere en una insulsa formalidad, antes bien involucren un
vivo deleite emocionado en ello, de tal manera que sea un gozo acercarse al
Señor y no un fastidio. Donde no hay oración de familia, no podemos
esperar que los hijos crezcan en el temor del Señor, ni el hogar puede
esperar la felicidad.
Tal vez, algunos de ustedes no han comenzado la oración en familia, pues han sido convertidos recientemente. Comiencen a hacerla de inmediato, si les fuera posible; no permitan que concluya este día sin hacer el intento de orar en familia. Pero oigo que alguien dice: “Nunca he orado en voz alta”. Entonces comienza de inmediato, hermano mío. “Pero me da miedo”. ¿Le tienes miedo a tu esposa? Eso, en verdad, es una verdadera lástima; lo siento mucho por tu condición de hombre, pues ella es la última mujer de quien deberías tener miedo. “¡Oh, pero es que yo hablaría de manera
entrecortada!” Eso no sería una gran calamidad; una oración entrecortada
es a menudo la mejor forma de suplicación. ¿No será que esta objeción brota de tu orgullo? No te gusta orar delante de tu familia a menos que lo hagas bien, para recibir así su aprobación. Despréndete de ese espíritu, y piensa en Dios únicamente, a quien te debes dirigir. Las palabras seguirán al deseo, y muy pronto tendrás que tener más miedo de tu fluidez que de tu brevedad. Sólo rompe el hielo; pídele al Señor Jesús que eche fuera al espíritu mudo, y Él te liberará de su poder. Si el esposo no dirige la devoción, entonces que lo haga la esposa; pero no dejen pasar ni un solo día sin la oración en familia; un hogar sin ella es un hogar sin techo, y un día sin ella es un día sin bendición. ¿Me comentas: “¡Ay!, querido señor, mi esposo no es convertido”? Entonces, mi querida hermana, esfuérzate por tener oración con los hijos, y ora tú misma.
Yo recuerdo que cuando mi padre se ausentaba del hogar para predicar el
Evangelio, mi madre suplía siempre su lugar en el altar de la familia; y en
mi propia familia, si yo he tenido que ausentarme y mi amada esposa ha
estado enferma, mis hijos, siendo muchachos todavía, no dudaban en leer las Escrituras y orar. No podíamos tener un hogar sin oración; eso sería pagano o ateo.
Habrá frecuentes ocasiones de santa dicha en todas las familias cristianas, y estas ocasiones deben disfrutarse muy cordialmente. La dicha santa no
engendra ningún mal, por mucho que la disfrutemos. Tú podrías comer
fácilmente demasiada miel, pero nunca podrías disfrutar de demasiado
deleite en Dios. Los cumpleaños y los aniversarios de todo tipo, y las
diversas reuniones familiares deberían hacernos vivir la vida muy
cordialmente al compás de la música.
Además, sería bueno que sus hogares resonaran más generalmente con
cantos. Cuando los miembros de un hogar están acostumbrados a cantar
individual y colectivamente, eso echa fuera los monótonos cuidados, ayuda
a evitar los malos pensamientos, e induce a una exultación general. Por
supuesto que debe haber un sentido común en esto, como en todas las
demás cosas, pero así como los mundanos son capaces de cantar canciones, nosotros podemos con la misma facilidad cantar salmos.
He conocido a algunas personas muy felices que siempre estaban
tarareando salmos e himnos y cánticos espirituales. Conocí a una sirvienta que cantaba cuando estaba lavando, y decía que eso aligeraba su trabajo. Es algo muy importante cantar cuando estás trabajando. Trata de silbar un poco si no puedes cantar; esa es una palabra que recibí de un viejo metodista primitivo. Solía encontrármelo en las mañanas; él tarareaba y tarareaba y tarareaba mientras caminaba. Mientras trabajaba en el campo, hacía exactamente lo mismo. Yo le pregunté qué era lo que le hacía cantar.
Él respondió: “Bien, yo no le llamo cantar a lo mío, sólo tarareo; pero para mí es lo mismo que cantar, es cantar en mi corazón; yo canto de esta
manera porque me siento muy feliz en el Señor. Dios me ha salvado, y me
puso en el camino al cielo, entonces, ¿por qué no habría de cantar?”
¡Qué ruido hacen a veces los impíos cuando están sirviendo a su dios!
Vuelven odiosa la noche con sus cantos, y con sus gritos y blasfemias;
entonces, ¿por qué no habríamos de hacer una algarabía de júbilo para el
Señor nuestro Dios? Les recomiendo que lo intenten en sus propias casas,
que literalmente alaben al Señor con sus voces con canto santo.
Si realmente no pueden cantar del todo, sin embargo, la voz de júbilo y de salvación puede estar en sus tiendas por una constante alegría que se sostiene bajo el dolor y la pobreza, las pérdidas y las cruces. No estés
abatido, amado hijo de Dios; o, si estás abatido, regáñate a ti mismo, y di:
“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios;
porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.” La dicha es la
condición normal de un cristiano; cuando es lo que debe ser, su corazón se regocija en el Señor. ¿Acaso el mandato apostólico no va en este sentido: “Regocijaos en el Señor siempre”? Si alguna vez se salen fuera de esa palabra: “siempre”, entonces podrían abandonar el regocijarse; pero eso no pueden hacerlo, por tanto, obedezcan el precepto de Pablo: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” Amontonen las dichas la una sobre la otra; gócense y regocíjense, y luego regocíjense todavía más.
“¿Por qué habrían de ir los hijos de un Rey Lamentándose todos sus días?”
¿Por qué los hijos del Rey no deberían ir regocijándose todos sus días, y
expresando su gozo de tal manera que otros lo conozcan también? ¡Ah,
queridos amigos, si entráramos en algunas casas en las que Dios no es
conocido, oiríamos un sonido muy diferente a la voz de júbilo y salvación!
Tienen la horrible voz del borracho, que hiere el oído de la mujer a quien
prometió amar y proteger, pero cuya vida hace indeciblemente miserable,
mientras incluso los hijitos corren a su aposento para apartarse del paso del padre alcohólico. Es algo terrible cuando un hogar es así; y hay muchos
hogares de esa índole; y en otros lugares, donde no hay borrachera, hay muchos individuos sin el temor de Dios, que entran a su casa y amedrentan e intimidan a los demás, como si todos tuvieran que ser sus esclavos. Hay una mujer, tal vez, que es una persona desaseada y desaliñada, y que hace infeliz al hogar por causa de su murmuración y de su holgazanería y hace que se desvanezca toda idea de felicidad. Estas cosas no deberían suceder, y no deben ser.
¡Que Dios te conceda que tu hogar no sea así; antes bien, que todos los que
entren en tu casa se vean forzados a reconocer que Dios está allí, y a
reconocerlo principalmente por el hecho de que tú eres un cristiano feliz, jovial, alegre y agradecido, que hablas bien del nombre de Dios, y que no te avergüenzas ante nadie de profesar que eres un soldado de la cruz, un seguidor del Cordero! ¡Que Dios les dé más y más de este espíritu en todos sus hogares! La iglesia entera será bendecida cuando cada familia sea conducida de esta manera a ser feliz en el Señor y en Su gran salvación.
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