EL HOMBRE ESPIRITUAL JUZGA TODAS LAS COSAS


 El hombre espiritual juzga toda las cosas pero el no es juzgado de nadie. 1Co. 2:15 



Es en este pasaje de 1 Corintios 2 en donde podemos ver con claridad como nuestro Dios ha dado a los creyentes el Espíritu Santo. Para que nos sea sencillo el comprender un poco más las palabras del v. 15 vemos que el versículo 14  nos dice que "el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios"; para el hombre natural le es locura la doctrina del evangelio y le sabe insípido, y ¿de donde nace este desprecio del hombre natural? De su propia ceguera del corazón, ellos desprecian el evangelio por que miden la sabiduría según la estimación en las manos de los hombres. 
Tanto en el versiculo 14 y 15 podemos ver un contraste que es importante resaltar, primero vemos al hombres natural cegado en su propio corazón, y ahora vemos al hombre espiritual el cual juzga todas las cosas, ¿y como es que juzga todas las cosas?... Es Dios quien da la sabiduría y las palabras para hablar solo por la revelación del mismo Espíritu, por lo cual, en este versiculo podemos contemplar que el hombre espiritual es independiente del mundo, ya que tiene un conocimiento tan firme y sólido con los misterios de Dios, como para distinguir sin falta entre la verdad y la falsedad, entre la doctrina de Dios y los artificios del hombre, a fin de no caer en error, por eso, si miramos el versículo 13 Pablo dice que "hablamos, no con palabras por sabiduría humana", por que hemos recibido el Espíritu que proviene de Dios para saber lo que de Dios es (v. 12). El creyente genuina-mente espiritual juzga todas las cosas, y no como muchos pueden llegar a entender basándose en criterios personales o sobre sus propios juicios, sino como antes bien ya cite y vuelvo a resaltar: que el hombre espiritual es independiente del mundo, ya que tiene un conocimiento tan firme y sólido con los misterios de Dios (v. 11-12), como para distinguir sin falta entre la verdad y la falsedad, entre la doctrina de Dios y los artificios del hombre, a fin de no caer en error, por el contrario,
el no es juzgado por nadie, porque la seguridad de la fe no está sujeto a los hombres, como si pudieran hacerlo tambalear y hacerle inclinar la cabeza, sino su fe es alimentada por la obra del Espíritu en él.

Juan Josué.

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