TERCER SALMO PENITENCIAL

SALMO 38   
 1. Señor, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira. 
 2. Porque tus saetas están clavadas en mí, y tu mano me aprieta. 
 3. Nada hay sano en mi carne, a causa de tu amenaza; ni paz en mis huesos, a causa de mi  pecado. 
 4. Porque mis iniquidades sobrepasan mi cabeza; como carga pesada se han  hecho demasiado graves  5. Hieden y supuran mis llagas, a causa de mi locura. 
 6. Estoy encorvado, estoy humillado en gran  manera, ando afligido todo el día. 
 7. Porque mis entrañas se han secado de ardor, y nada hay sano en mi carne.
 8. Estoy debilitado y molido en gran manera, gimo a causa de la conmoción de mi corazón. 
 9. Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi suspiro no te es oculto. 
10. Mi corazón está acongojado, me ha abandonado mi vigor, y aun la luz de mis ojos me falta ya. 
11. Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga, y los más allegados  a mí se han  alejado. 
12. Los que buscan mi vida arman lazos; y los que procuran mi mal hablan e inventan falsedades diariamente. 
13. Mas yo, como si fuera sordo, no oigo; y soy como mudo que no abre la boca.
14. Soy, pues, como un hombre que no oye, y en cuya boca no hay reprensiones. 
15. Porque en ti, oh Señor, he esperado; tú responderás, Señor Dios mío. 
16. Pienso: No se alegren de mí; cuando mi pie resbale, no se vanaglorien contra mí. 
17. Pero estoy hecho para sufrir, y mi dolor está delante de mí continuamente. 
18. Porque confieso mi maldad, y estoy preocupado por mi pecado. 
19. Porque mis enemigos están vivos y fuertes, y se han  aumentado los que me aborrecen sin causa. 20. Los que pagan mal por bien me son contrarios, por seguir yo lo bueno. 
21. No me desampares, oh Señor; Dios mío, no te alejes de mí. 
22. Apresúrate a ayudarme, oh Señor de mi salvación. 

Este salmo representa en la forma más clara el modo, las palabras, las obras, los pensamientos y el comportamiento de un corazón verdaderamente arrepentido. 

1. Oh Señor, no me reprendas en  tu  furor. Este castigo se aplica con palabras, como se reprende a un malhechor.  

Ni me castigues en tu ira. Esto se hace con hechos, como en el segundo salmo penitencial. Hablará a ellos en su furor, dice, los castigará en su cólera, y en su ira los asustará, es decir, los reprenderá con hechos y obras.

2. Porque tus saetas están clavadas en mi.  
Las palabras de Dios con las cuales él reprende y amenaza en la Escritura son las saetas. Quien las siente, exclama: "Señor, no me reprendas en tu furor". Pero no las siente nadie, sino aquél al que son lanzadas al corazón asustando la conciencia. Son los hombres temerosos a los cuales Dios las lanza en el corazón. Mas en los que no tienen miedo, que están endurecidos, rebotan como en una roca dura. Esto continúa mientras las palabras son anunciadas por predicaciones humanas sin que Dios coopere y lance las flechas.  
Y tu mano me aprieta. Esto significa: No sólo tus palabras airadas y amenazas me van al fondo de mi corazón, sino que tus acciones enfurecidas pesan siempre sobre mí y me oprimen. 

3. No hay paz en  mis huesos a  causa  de mi pecado. 
Es como en el primer salmo penitencial: "Ten misericordia de mí, porque estoy enfermo". La carne está débil y enferma para el sufrimiento, y no puede soportar la mano y los actos del castigo de Dios. 

4. Nada  hay sano en  mi carne. La ira de Dios me asusta tanto que tiemblan también mis piernas, y mi carne y tuétano disminuyen.  
A causa de mi pecado. Por conocer mi pecado, las saetas de Dios y sus palabras airadas me hacen presente el pecado en mi corazón. De ello se origina interiormente intranquilidad y susto de la conciencia y de todas las fuerzas del alma, lo que vuelve muy enfermo al cuerpo. Cuando sucede esto, el hombre está en buen camino, pues a Cristo le aconteció lo mismo.  

 5. Porque  mis  iniquidades sobrepasan mi cabeza. Esto significa: Me han sojuzgado completamente y son más numerosas y fuertes que yo. Todo eso se debe a las saetas, que hacen que los pecados sean tan innumerables, grandes y fuertes que el hombre no es capaz de librarse de ellos y de remediarlos, sino que sucumbe.  
Como carga pesada se han hecho demasiado graves para mi. Esto significa: más pesadas de lo que puedo soportar, como dice el Salmo 65: "Señor Dios, nuestras iniquidades prevalecen contra nosotros; quieras perdonar nuestra injusticia". De este modo el pecado nos huella hasta que viene la gracia y pisotea la iniquidad. Y levanta nuestra cabeza encima de ella, de manera que la dominemos nosotros a ella y no ella a nosotros y nos gobierne. Los que yacen en el pecado, los muertos, y los que son demasiado santos no sienten estas cosas. Por tanto, es cosa sorprendente: quien no tiene pecado, lo siente y lo tiene, y quien lo tiene, ni lo nota ni lo tiene. Porque no sería posible que se quejase del pecado y se levantara contra él, si no viviese en justicia y gracia. Un diablo no echa fuera al otro; el pecado no acusa a sus semejantes; un lobo no ladra contra el otro. Es imposible que esté sin pecado quien eleva la voz contra él, puesto que no debe usar ficciones ante Dios. Ha de ser verdad que tiene pecado como dice, y al mismo tiempo será cierto que está libre de pecado; y como Cristo estaba vivo y verdaderamente muerto a la vez, deben estar cargados de pecados y también exentos de ellos los que son cristianos genuinos. 

6. Hieden y supuran  mis llagas. Igual como heridas y úlceras se emputrecen, supuran y hieden en el cuerpo, así también las imperfecciones de la naturaleza humana se echan a perder y se vuelven hediondas, cuando uno no las atiende y cura todos los días con el ungüento de la gracia y el agua de la palabra de Dios. Ahora ellos caminan seguros y no cuidan estos defectos, como si fueran sanos. Por ello, el salmo continúa diciendo:  
A  causa de mi locura. En presencia de ella, puesto que la sabiduría es la sal y el agua que limpia las heridas. Esta sapiencia no es otra cosa que conocerse a fondo a sí mismo, como dice Proverbios 11: "Con los humildes está la sabiduría", porque el conocimiento no permite que el hombre se deje perder de este modo. En cambio, la necedad consiste en que el hombre no se ve a sí mismo, sino que opina gozar de perfecta salud. Empero, las saetas de Dios revelan esta locura, de modo que el hombre se da cuenta de cuan ciego ha sido en el conocimiento de sí mismo. Por tanto, el sentido es: cuando reconocí mi estulticia y la ignorancia acerca de mí, noté también cuan lamentablemente mis heridas se han corrompido y vuelto hediondas, lo que antes no advertía en mi necedad. Por tanto: 

7. Estoy  encorvado, estoy  humillado en gran  manera. Como un hombre que sufre y se siente mal, tiene exteriormente un comportamiento mísero, baja la cabeza y no tiene ganas de levantarla, de mirar, escuchar o hablar, sino que dirige también los ojos hacia el suelo.  
Ando afligido todo el día. Estas son las verdaderas señales de un arrepentimiento fundamental, como el publicano que no se atrevió a alzar los ojos, estuvo afligido y se inclinó hacia la tierra más con el corazón que con el cuerpo. 

8. Porque mis entrañas se han secado. Esto significa: Estoy interiormente tan lleno de angustia que quisiera morirme de sed. Tanto me extenúa tal sufrimiento, como acontece a todos los que se asustan fuertemente y tienen   miedo, como dice Proverbios 31: "Dad vino a los de amargado ánimo".  
Y nada hay sano en mi carne. Como ya fue dicho: El cuerpo no puede soportar tal angustia de la conciencia, los huesos tampoco.

9. Estoy debilitado y molido en gran manera. Como un corazón entristecido que por semejante terror de la conciencia está completamente quebrantado.  
Gimo a causa de  la conmoción  de mi corazón. Como un león grita y ruge, es decir, si el corazón está lleno de sufrimiento y gemido que no puede contenerse, sino que prorrumpe en un lamento lastimoso.  
10. Señor, delante de ti están  todos mis deseos, y mi suspiro no te es oculto. Esto significa: Mi anhelo es tan grande que no lo puedo expresar con palabras. No sé qué pedir. Tú ves mi corazón. ¿Qué más te diré? Más grande es mi congoja de lo que mi lamentación.

11. Mi corazón está acongojado. Son todas señales de un gran susto, si el corazón palpita y tiembla ante la gran ira de Dios.  
Me ha abandonado mi vigor. Esto significa: Mi fuerza me ha abandonado, en "todas las cosas estoy extenuado y pusilánime. Así dice también Cristo en el Salmo 22: "Mi corazón es como cera derretida y mi vigor se seca". Esto lo hacen las saetas de Dios que causan esta desolación interior.  
Y aun la luz de mis ojos me falta ya. Eso significa: Mi vista no está clara y alegre, sino que está lúgubre, triste y sombría. 

12. Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga. 
Esto significa: Me he vuelto horror de mis amigos.  Huyen  ante mi miseria, como dice en otra parte: Mis parientes me eluden, porque se atemorizan ante la cólera de Dios contra mí, de modo que no osan consolarme.  
Y los más allegados a  mí se han alejado. Observan en qué va a parar esto. No me ayudan por el miedo de ser también castigados conmigo por los tiranos que me persiguen.

13. Y los que buscan mi vida arman lazos. Aquí indica la fuente de sus aflicciones. A saber, los tiranos y mala gente lo atacan exteriormente a causa de la palabra y justicia de Dios. De esto se asusta en su interior y teme la ira de Dios. Entonces aparecen todos los pecados viejos que de otro modo no sentía ni pensaba en ellos, porque había caducado, puesto que un infortunio raras veces sobreviene solo.  
Y los que procuran mi mal hablan e inventan falsedades diariamente.  Me atacan con mentiras y acusaciones falsas e inventan cosas contra mí para matarme. 

14. Mas yo, como si fuera sordo, no oigo: y soy como mudo que no abre la boca. Debo dejarles la razón y callarme como un tronco, porque mi hablar y responder no valen y no me ayudan. 

15. Soy, pues, como un hombre que no oye y en cuya boca no hay reprensiones. Además no puedo reprenderlos y debo callarme la boca y no tener razón, puesto que no prestan oídos, se enfurecen y no aceptan razones. 

16. Porque en ti, oh Señor, he esperado: tú responderás, Señor, Dios mió. Son palabras de una fe buena y firme, que en tiempos de la adversidad deja todo a un lado y se atiene a la palabra y gracia de Dios, sin dudar de que Dios lo escuchará y le ayudará. Sin embargo, no le fija el momento ni la manera del auxilio, sino que simplemente dice: "Tú me responderás seguramente. Esperaré y no cesaré de aguardar". 

 Pienso: No se alegren que mi pie resbale, no se vanaglorien contra mí. Mi preocupación ha sido y he pensado dentro de mí: Oh, quiera Dios que no se alegren de mí, que no terminen por tener razón, sino que, como en el primer salmo penitencial, se turben y sean avergonzados. Resbalar el pie es sucumbir y no mantenerse en pie. Por tanto, quiere decir: por ello espero en ti, cuando la desventura me obliga. Si hubiesen ganado, sería eternamente su escarnio y ellos tendrían razón. De esto me preocupo y tengo miedo. Pues así sería escarnecida también tu palabra. Este versículo indica cómo un hombre doliente se preocupa y se aflige, porque los impíos andan tan bien, y opina que seguirán así y él estará perdido. Empero Dios no permite que acontezca esto. Por el contrario, cuando prosperan de manera que creen haberlo logrado, los derriba y hace que los justos vuelvan a estar alegres.

17. Pero estoy hecho partí sufrir, y mi dolor está en mi continuamente. Así habla y opina un corazón que tiene que sufrir mucho, un padecimiento tras otro: "Oh Dios, no hay fin de los sufrimientos; cuando uno termina, comienza el otro. Bien lo veo que estoy hecho para el sufrimiento y siempre tengo que sufrir miseria"; Salmo 34: "Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará el Señor". 

18. Porque confieso mi maldad. Esto significa: Semejante tribulación no es tampoco injusta, puesto que mi viejo Adán debe ser limpiado de sus pecados y morir. 
Y estoy preocupado por mi pecado. Como se dice en el cuarto salmo penitencial que sigue: "Mi pecado está siempre delante de mí y confieso mis rebeliones". El sentido es el mismo que en este versículo. Los sabios, justos, santos y orgullosos reciben paz, tranquilidad, seguridad y honor, y no ven nada que los aflija, sino lo que les es gozoso y agradable. Ocultan y no confiesan su pecado, no piensan en él tampoco, sino sólo en su piedad y los yerros ajenos, como dice el versículo siguiente. Un hombre integro es, por otra parte, totalmente diferente, como dicen esos dos versículos. Así manifiesta también el santo apóstol Pablo en Romanos 7: que en él habita el pecado y está cautivo de él. No obstante, no hacía nada malo exteriormente, sino mucho bien. También Cristo manda a todos los suyos a odiar su vida. Ahora bien; no se debe aborrecer nada sino solamente el pecado. ¿Cómo penetra el pecado en los piadosos para que lo deban odiar? No dice que sólo deben detestar las iniquidades pretéritas que ahora están perdonadas y expiadas, sino el alma y la vida que sin duda están aún en él. Los santos orgullosos no toman en cuenta para nada estas transgresiones. Andan seguros manifestando que son pecados cotidianos y no son contrarios al mandamiento de Dios. Si esto es verdad, ¿por qué manda abominarlos y por qué el apóstol se queja de estar cautivo de ellos? Contra el pecado cotidiano —según dicen ellos— no hay mandamiento, ni hacen cautivo a nadie. 

19. Porque mis enemigos están vivos y fuertes; y se han aumentado los que me aborrecen sin causa. Sufro mucho y me va mal. Pero mis enemigos prosperan, como lo describen Jeremías 12 y Habacuc 1, puesto que "vivir" es aquí tener días buenos y una existencia regalada. Ellos son poderosos y fuertes, yo soy oprimido sin cesar; gozan de honores, yo estoy deshonrado; ellos están en paz, yo en tribulaciones: aumentan y hay muchos que los favorecen, los alaban, toman su partido, yo sólo estoy abandonado, nadie me acompaña o me es favorable. De este modo un verdadero santo es muy disímil y está separado de santos aparentes y falsos que se engañan a sí mismos.

20.  Los que pagan  mal  por  bien   me son  contrarios por seguir yo lo bueno. Los que se creen sabios y justos sólo pueden pagar mal por bien, porque la doctrina recta que uno les dispensa y que les dice lo mejor y les sirve bien, lo que es cosa buena, la persiguen, la pagan con odio y martirio. Además sospechan y calumnian a todos los que buscan el mismo bien y le siguen. La causa es que este bien no es manifiesto, sino que está bajo la cruz y reducido a la nada, oculto en Dios. Mas ellos no quieren ser reducidos a la nada en su vida y apariencia buena. Ansían representar algo o exteriorizar su ira y causar desgracia. No obstante, creen seguir en eso al bien. Empero en verdad es el mal y la perdición de ellos mismos. De esto se aparta el hombre piadoso y por eso lo calumnian. 

21. No me desampares, oh Señor; Dios mío, no te alejes de mí. Estoy solitario, abandonado y despreciado por todos. Por ello recógeme y no me desampares. La naturaleza de Dios es de hacer algo de la nada. Por tanto, quien no es aún nada, de él Dios no puede hacer nada. Los hombres hacen nada. Los hombres hacen de algo una cosa distinta. Pero esto es una obra vana e inútil. Por eso, Dios sólo recibe a los abandonados; cura únicamente a los enfermos; da la vista solamente a los ciegos; no resucita sino a los muertos; hace piadosos sólo a los pecadores y sabios a los aturdidos. En fin, se compadece únicamente de los míseros y acuerda gracia a los que carecen de ella. Por tanto, ningún santo orgulloso, sabio o justo puede llegar a ser materia de Dios y lograr que Dios realice obra en él, sino que queda en su propia obra de sí mismo un santo ficticio, aparente, falso y disfrazado, es decir, un hipócrita.  

22. Apresúrate a ayudarme, oh Señor de mi salvación. Apresúrate a ayudarme. Todos los demás se apuran a destruirme. No hay auxilio de Dios donde existe ayuda humana; incluso donde no hay persecución de los hombres u hostigamiento del individuo contra sí mismo. Dios no es un padre de los ricos, sino de los indigentes, viudas y huérfanos. "A los ricos envió vacíos." Oh Dios de mi salvación, esto significa que no busco salvación o auxilio, ni en mí mismo ni en otro, sino sólo en ti. Así también dice en el Salmo 4: "El Dios de mi justicia me oyó". Esto significa que es él quien da la justicia. Los vanidosos empero tienen salvación, auxilio y satisfacción en sí mismos. Su ayuda no es la de Dios. La han ideado para ellos mismos, por cuanto no se sienten condenados ni quieren serlo.

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