SEGUNDO SALMO PENITENCIAL

SALMO 32

1.Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
2.Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay  
   engaño.
3.Mientras quería callarlo, se consumieron mis huesos en mi gemir todo el día.
4.Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de
   verano. Selah.
5.Por lo tanto hago manifiesto mi pecado, y no encubro mi iniquidad. Dije: Confesaré contra mí mis      transgresiones al Señor; y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah.
6.Por esto orarán a ti todos los santos en tiempo oportuno; ciertamente en la inundación de muchas
   aguas no llegarán a ellos.
7.Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás, Selah.
8.Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos.
9.No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con            
   cabestro y con freno, si no quieren allegarse a ti.
10.Muchos dolores habrá para el impío; mas al que espera en el Señor, le rodeará la misericordia. 
11Alegraos en el Señor y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.

1. Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada.
Es como si dijese el salmista: Nadie es libre de iniquidad. Por el contrario, todos son injustos ante Dios, también los que practican obras de justicia y de esta manera creen escaparse de la injusticia. Nadie puede mejorar su suerte por sí mismo. Por ello, bienaventurados son aquellos —no los que no tienen pecados o se liberan a sí mismos—, sino sólo aquellos a los cuales Dios los perdona por gracia. Pero, ¿cuáles son? Los versículos 6 y 7 lo indicarán.
Y cubierto su pecado. Nadie está sin transgresión, sino que Dios la ve del todo manifiestamente en todos nosotros. Mas bienaventurados son aquellos a los cuales él las cubre. No las quiere ver, ni acordarse de ellas, ni conocerlas, sino las perdonará de mera gracia. Son aquellos que no las cubren ellos mismos, no las remiten, perdonan, olvidan, sino que las ven, saben, recuerdan y reprenden.  

2. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad.

Esto significa: No es dichoso, sino que es desafortunado aquel que no se imputa a sí mismo el pecado, se complace a sí, se tiene por piadoso, no tiene remordimientos, se sabe inocente, se consuela por esto y se fía en ello. Sin embargo,  el apóstol dice: “Aunque no tenga de nada mala conciencia, no por eso soy justificado". Es como si dijese: Bienaventurado es aquel a quien Dios no culpa de iniquidad, porque no tiene conocimiento de su pecado. Son los que sin cesar se impugnan a sí mismos sus múltiples transgresiones y defectos.
En cuyo espíritu no hay engaño. Esto significa que no lo engañe a él mismo su corazón de modo que exteriormente parece piadoso y se tiene por religioso y amoroso de Dios", mientras que interiormente la opinión es falsa y él no sirve a Dios por causa de él, sino que es piadoso por sí mismo. Esta ceguera mala, falsa y engañadora seduce principalmente a los hombres aparentemente grandes y espirituales, que a causa de su vida piadosa y de sus muchas obras buenas están libres de miedo y no examinan escrupulosamente su espíritu y su pensamiento íntimo. No quieren darse cuenta de que este engaño perjudicial no deja libre a nadie, sino que está en el fondo de; espíritu de todos y sólo puede ser expulsado por la  gracia de Dios. Por ello, el salmista lo llama una falsedad en el espíritu. No es un engaño que practica el hombre o a sabiendas inventa contra sí u otro, sino que es un embuste que él sufre, que le es innato y que se puede cubrir y adornar con una vida buena. El hombre cree que es limpio y libre, pero la inmundicia mala está en el fondo. Se es bueno por el miedo al infierno o por la esperanza de ganar el cielo, no a causa de Dios. Mas es difícil conocerlo y más embarazoso aún librarse de él. Puede lograrse solamente por la gracia del Espíritu Santo.
Aquí hay que notar que el profeta nombra cuatro defectos, la injusticia, la iniquidad, el pecado, el engaño. Para distinguir, la injusticia consiste en que el hombre no es piadoso ante Dios, sino privado de lo que debe tener, es decir de la piedad y las buenas obras. Este es el primer mal. El otro es la iniquidad. Son las acciones malas que como el segundo mal siguen del primero. Lo mismo que se originan de la pobreza el hurto o adulterio, la traición u otras cosas por el estilo. A esta injusticia pertenecen también las buenas obras que se realizan en la privación y ausencia de piedad verdadera, que nace de la gracia. El tercero, el pecado, es decir la naturaleza mala que ha subsistido y perdura siempre cuando se produce la iniquidad e injusticia. Es la mala concupiscencia, amor y miedo que han crecido de nuestro ser y son innatos. Este mal nos incita a las dos primeras. Ese pecado es permanente en este tiempo, y de por sí es mortal, si Dios por su gracia no exime a los que se afligen por eso y desean ser sanados de él. Por tanto, dice el salmista que Dios no le imputa. Es como si dijera que existe, mas Dios por gracia no lo inculpa. Por esto está cotidianamente presente y se vuelve en seguida mortal, si el hombre se hace vanidoso y no se aflige por eso sin cesar. Por lo tanto, es un engaño sutil en todos aquellos que practican obras buenas, se consideran piadosos y opinan que ahora están limpios, y no creen que la bondad de Dios no les impute su impureza de mera gracia.

3. Mientras quería callarlo. Esto significa: No quise saber ni conocer tal pecado y opinaba ser piadoso; no veía semejante falsedad.

Se consumieron mis huesos en mi gemir todo el día. Esto es: No tenía paz y siempre una conciencia abrumada y mala que me volvía débil y mísero y no me dejaba tranquilo, porque no confesaba el pecado ni buscaba la gracia. 

4. Porque de día y de noche se agravó sobre mi tu mano. Esto se debe a mi conciencia mala que me presenta continuamente la ira de Dios como si estuviera con un mazo encima de mí. Por ello, no puede haber paz en el corazón. Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah. Semejante aflicción que hace marchitar el corazón, ánimo y sentido de modo que también el cuerpo del hombre decae. 


5. Por lo tanto hago manifiesto. Ahora advierto que no hay cosa mejor que confesar ante ti que en mí no hay más que pecado y nada bueno, para que sólo tu gracia sea enaltecida y ansiada, y termine todo orgullo y confianza en los méritos y buenas obras.  

Y no encubrí mi pecado. Así proceden aquellos a los cuales su espíritu mañero produce una confianza engañadora, de manera que sin miedo osan justificarse y disculparse a sí mismos. Además entran en altercados con otra gente y caen en soberbia, odio, impaciencia, se erigen en jueces y hablan del prójimo; a causa de su "inocencia" se vuelven verdaderamente culpables, y no obstante, quieren haber procedido bien y rectamente. Ocultan profundamente su maldad, puesto que hacen valer su piedad. No confiesan a Dios su pecado en verdad y sin malicia de su espíritu interior. En cambio, los hombres rectos no esconden su maldad, no se encolerizan, no se vuelven impacientes, aunque sufran injusticia, puesto que no creen que alguien los pueda tratar injustamente. No encuentran justicia en sí. Son los bienaventurados a los cuales Dios los redime y cancela su injusticia, porque la declaran; y porque ellos mismos no encubren o esconden su pecado, por eso Dios lo cubre y oculta.  
Dije. Esto significa: Ahora veo que uno debe decir y actuar así. No puede ser de otro modo. Es como si dijera: tú eras tan benigno y tanto te agrada oír el verdadero reconocimiento y la confesión humilde, que tan pronto como el hombre se propone humillarse, de inmediato lo consuelas y levantas. Ni bien se reconoce pecador y lo lamenta ante ti, en seguida es justo y agradable a ti.  
Confesaré contra  mí mis transgresiones al Señor. Esto es: Yo me reprenderé a mí mismo y Dios me elogiará: me deshonraré y Dios me dará honor; me acusaré y Dios me disculpará; hablaré contra mí y Dios hablará a mi favor; diré mi culpa, él dirá mi mérito, como lo hizo a María Magdalena en la casa de Simón el leproso.  
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah. Tú perdonaste, porque yo tuve en cuenta la maldad de mi pecado y la confesé. 

6. Por esto orarán a ti todos los santos. Eso significa: Serán santos porque lloran ante ti su maldad y piden clemencia. Nótese bien: ante ti. Porque, si bien parecen santos ante la gente, no lo toman en cuenta, sino que temen tu juicio, sabiendo que su santidad no es nada ante ti. Al contrario, humildemente esperan tu gracia.  

En tiempo oportuno. Es el momento cuando el hombre se conoce a sí mismo o el tiempo de la gracia, puesto que es la oportunidad propia de pedir, como dice el profeta Isaías: "En tiempo aceptable te oí". En esta coyuntura están los santos, cuando Dios los toca y visita con la luz de la gracia.  
Ciertamente en las inundaciones de muchas aguas. Esto significa: El santo que así se basa, no en su santidad, sino sobre la roca de tu justicia que es Cristo, en la cual se fundamenta cada cual que se acusa a sí mismo, se reprende y se juzga cuando lo acosan muchos embates y tribulaciones crueles igual como un diluvio con aguas, o si lo persiguen por su vida humilde.  
No llegarán a ellos. Esto significa: No perjudicarán su alma, aunque tengan que dejar el cuerpo y la vida. 

7. Tú eres mi refugio. En todas estas aguas de las tribulaciones que me embisten eres tú mi roca en la que estoy parado firmemente, para que no me ahoguen y devoren.  

Me guardarás de la angustia. Son las aguas, tribulaciones de  todas partes alrededor. Con  cánticos de  liberación me rodearas. Selah. Esto significa: Me gloriaré de tu gracia por dondequiera, y venceré las congojas y seré alborozado. 

 8. Te haré entender, y  te enseñaré el camino en  que debes andar.   Es decir: Donde yo quiero que estés. Tú pide que te redima. No te enfades. No me enseñes a mí ni a ti. Entrégate  todo a mí. Fuera de mí no necesitas maestro. Te enseñaré el camino en que puedes andar según mi agrado. Te parece que todo está perdido si las cosas no van como piensas. Tus ideas son nocivas para ti y una traba para mí. Las cosas tienen que ir, no según tu entendimiento, sino más allá de él. Si te hundes en la irreflexión, te daré mi reflexión. Carecer de entendimiento es el verdadero entendimiento. No saber a dónde vas es conocer en verdad tu camino. La inteligencia de Dios hace de ti un ser inteligente. Así Abraham abandonó su patria sin saber a dónde iba. Se entregó a la sapiencia de Dios, dejando a un lado su saber, y encontró el camino recto a la meta recta. He aquí, ésta es la senda de la cruz. No puedes hallarla tú, sino que Dios tiene que conducirte como a un ciego. Por ello, ni tú, ni un hombre, ni una criatura la podéis mostrar, sino Dios mismo te enseñará por su Espíritu y palabra el camino donde debes caminar. No es la obra que tú eliges, ni el sufrimiento que tú ideas, lo que debes seguir, sino el qué te sobreviene contra tu elección, pensamiento y deseo. Ahí obedece, ahí se un discípulo; ahí es el momento: ahí ha venido tu maestro; ahí no seas un caballo o un animal irracional. Obedece  abandonándote a Dios. Mira, entonces:  
Sobre ti fijaré mis ojos. No te dejaré. No te hundirás. No te olvidaré. Tus ojos deben estar cerrados sobre ti, mientras mis ojos están abiertos sobre ti. ¿No has leído: "Los ojos del Señor están abiertos sobre los justos". Y el monte Moriah se llama dominus videbif (El Señor verá) ?, sin duda, para que yo solo provea así, como también le proveí a Abraham lo que él no pudo proveer. En resumen, esto no es otra cosa que: Dios quiere que tengamos una fe recta y sencilla, y firme confianza, seguridad y esperanza. Por ello., en estas palabras no se menciona explícitamente la fe, esperanza, humildad y paciencia, sino lo que es la índole y verdadera naturaleza de esa virtud. Hay muchos que escriben de virtudes, y en vez de mostrar su naturaleza, elogian más los términos en sí. 

9. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento. Son aquellos que no me dejan gobernar. Por el contrario, son como los animales provistos de sentidos que obedecen cuando sienten. Donde no sienten o no llegan a convencerse, no obedecen. No entienden el espíritu. Pues el caballo y el mulo no han sido creados para comprender las cosas no perceptibles con los sentidos. Por ello, no son impelidos por ellas ni para bien ni para mal. Así son los hombres que quieren hacer, dejar o sufrir sólo lo que pueden medir, comprender, sentir y probar. No pueden sondear mi inteligencia. La razón es para ellos lo que para los caballos son los sentidos. Ambos sólo andan de acuerdo con la vida sensitiva.  
Que han de ser sujetados con cabestro y con freno, si no quieren allegarse a ti. Esto significa: No me agradan los que deben ser forzados por leyes como los animales con bridas, sino los que de plena libertad, sin imposición de la ley, me sirven por el espíritu y amor.  

10. Muchos dolores habrá para el impío. Son los que se gobiernan a sí mismos. No quieren tolerar el gobierno de Dios y andan sólo según su parecer. Sin embargo, opinan que respetan y veneran a Dios en la mejor forma. Consideran que son los más obedientes, piadosos y justos, porque tienen buenas intenciones, y que es recto lo que resulta de su buen designio. A ellos Dios se opone siempre, porque son vanidosos y en el sentido divino no .son sumisos. Por ello tienen que tener muchos padecimientos y plagas, y todo es en vano, sin mérito y consuelo, puesto que no tienen buena conciencia, sino solamente fatiga y trabajo en su buena vida, a lo cual los impulsa la ley y la conciencia abrumada y mala, como a los caballos y los mulos.  
Mas al que espera en el Señor, le rodeará la misericordia. Así como aquellos son rodeados por el juicio y la ira de Dios, por lo cual tienen mucha desgracia y ninguna felicidad, por cuanto se basan en sí mismos y fundan su esperanza en su propia intención buena, así los hombres rectos que no esperan nada de sí mismos ni de su correcta opinión, ni se fían en eso, los circunda la bondad por la cual reciben muchos bienes y felicidad. Por esto, concluye el salmista de ellos: 

11.  Alegraos en  el Señor y gozaos, justos. Esto significa: Vosotros que confiáis en Dios podéis también alegraros en él, que no os apoyáis en vosotros ni os gozáis, sino que desesperáis de vosotros mismos y os afligís, sois enemigos de vosotros y en vuestra opinión nada os complace.  
Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón. Esto significa: Tened ánimo y sed valientes, levantaos, gloriaos y complaceos como un hombre que se glorifica. Porque el corazón que es recto ante Dios y no vertido sobre sí mismo, o algo fuera de Dios, se fundamenta en el bien eterno y está firme. Por eso él posee con profusión de que puede gloriarse, lucir, ostentar y alardear. Como dice el apóstol: "El que se gloría, gloríese en el Señor". Pero las almas torcidas y vertidas en sí mismas con falsos pareceres, creyéndose engañosamente buenas, alardean de sí mismas y no de Dios. 


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