¿ME AMAS? (PARTE II) Por J.C. Ryle
¿Me amas? (Jn 21:16)
En la primera parte, Ryle nos mostró sobre el "peculiar sentimiento de un verdadero cristiano hacia Cristo". Ahora, en Segundo lugar, nos mostrará :
En la primera parte, Ryle nos mostró sobre el "peculiar sentimiento de un verdadero cristiano hacia Cristo". Ahora, en Segundo lugar, nos mostrará :
"Las marcas particulares por las cuales el amor a Cristo se demuestra"
Este es un punto de mucha importancia. Si no hay salvación sin amor a Cristo, si el que no ama a Cristo está en peligro de condenación eterna, se vuelve para nosotros indispensable averiguar muy bien lo que sabemos acerca del tema. Cristo está en el cielo y nosotros en la tierra. ¿De qué manera se discernirá al hombre que ama a Cristo?

a. Si amamos a una persona, nos gusta pensar en ella. No necesitamos que nos recuerden de ella. No olvidamos su nombre o su aspecto o su carácter o sus opiniones o sus gustos o su posición o su ocupación. Viene a nuestra mente muchas veces en el día. Aunque quizá esté distante, está siempre presente en nuestros pensamientos. ¡Bien, es exactamente lo mismo entre un verdadero cristiano y Cristo! Cristo “habita en su corazón”, y piensa en Él más o menos cada día (Efe 3:17). El verdadero cristiano no necesita que se le recuerde que tiene un Maestro crucificado. A menudo piensa en Él. Nunca olvida que Él tiene un día, una causa y un pueblo y que es parte de ese pueblo. El afecto es el secreto real de una buena memoria en religión. Ningún hombre mundano puede pensar mucho en Cristo, a menos que se ponga a Cristo frente a él, porque no siente ningún afecto por Él. El verdadero cristiano tiene pensamientos sobre Cristo cada día que vive por la única y razón de que Lo ama.
b. Si amamos a una persona, nos agrada escuchar sobre ella. Encontramos placer en escuchar a los que hablan de ella. Sentimos interés en cualquier relación que los otros hagan sobre ella. Somos toda atención cuando los otros hablan sobre ella, y describen sus maneras, sus dichos, sus acciones y sus planes. Algunos pueden escucharla con máxima indiferencia sin embargo nuestro corazón palpita dentro de nosotros al sólo sonido de su nombre. Bien, esto es lo mismo entre el verdadero cristiano y Cristo. El verdadero cristiano se deleita en escuchar algo sobre su Maestro. Le gustan al máximo de los sermones que están llenos de Cristo. Disfruta mejor de la compañía en las cuales las personas hablan de las cosas de Cristo. He leído de una creyente anciana de Welsh, que solía caminar varias millas cada domingo para escuchar la prédica de un clérigo inglés, aunque ella no entendía una palabra de ese idioma. Se le preguntó por qué hacía eso y ella contestó que este clérigo nombraba a Cristo en sus sermones tan a menudo que esto le hacía bien. Ella amaba incluso el nombre de su Salvador.
c. Si amamos a una persona, nos gusta leer acerca de ella. Qué intenso placer da una carta de un esposo ausente a una esposa, o una carta del hijo ausente a su madre. Otros podrán ver poco valor en la carta. Apenas pueden darse el trabajo de leerla completa, pero aquellos que aman al escritor ven algo en ella que nadie más puede ver. La llevan consigo como un tesoro. La leen una y otra vez. ¡Bien, eso es así entre un verdadero cristiano y Cristo! El verdadero cristiano se deleita leyendo las Escrituras porque ellas le hablan de su amado Salvador. No es un trabajo agotador para él leerlas. Raramente necesita un recordatorio para llevar su Biblia consigo cuando viaja. No puede ser feliz sin ella. ¿Y por qué todo esto? Es porque las Escrituras testifican de Aquel que su alma ama,
d. Si amamos a una persona, nos gusta complacerla. Estamos prestos a considerar sus gustos y opiniones, y actuamos según su consejo y hacemos las cosas que aprueba. Incluso nos negamos a nosotros mismos para cumplir sus deseos, nos abstenemos de las cosas que sabemos que a ella no le gustan y aprendemos cosas a las cuales no estamos naturalmente inclinados porque pensamos le agradarán. ¡Bien, esto es así entre un verdadero cristiano y Cristo! El verdadero cristiano estudia para complacerlo a Él, siendo santo en cuerpo y espíritu. Muéstrenle cualquier cosa de su vida diaria que Cristo aborrece y él la abandonará. Muéstrenle cualquier cosa que complazca a Cristo y él la perseguirá. No murmura por los requerimientos de Cristo por ser estos demasiado estrictos o severos, como los hijos del mundo hacen. Para él los mandamientos de Cristo no son gravosos y la carga de Cristo es liviana. ¿Y por qué es todo esto? Simplemente porque Lo ama.
e. Si amamos a una persona, nos gustan sus amigos. Estamos inclinados favorablemente hacia ellos aún antes de conocerlos. Somos movidos a ellos por el vínculo del amor común a una y misma persona. Cuando los conocemos no nos sentimos como si fuésemos extraños. Hay una atadura entre nosotros. Ellos aman a la persona que nosotros amamos, y eso por sí mismo es una presentación. ¡Bien, esto es lo mismo entre el verdadero cristiano y Cristo! El verdadero cristiano mira a los amigos de Cristo como sus amigos, miembros del mismo cuerpo, hijos de la misma familia, soldados del mismo ejército, viajeros a la misma casa. Cuando los conoce, siente como si los conociera por largo tiempo. El está más en casa con ellos en unos pocos minutos que cuando está con muchas personas mundanas luego de una relación de varios años. ¿Y cuál es el secreto de todo esto? Es simplemente afecto por el mismo Salvador y amor por el mismo Señor.
f. Si amamos a una persona, somos celosos de su nombre y honor. No nos gusta oír que hablan en su contra, sin hablar con denuedo por él y defenderlo. Nos sentimos obligados a preservar sus intereses y su reputación. Miramos a la persona que lo trata mal con casi tanta desaprobación como si nos hubiera maltratado a nosotros mismos. ¡Bien, esto es lo mismo entre el verdadero cristiano y Cristo! El verdadero cristiano mira con un celo devoto todos los esfuerzos para menospreciar la palabra de su Maestro, o su nombre, o su iglesia, o su día. Lo confesará ante los príncipes, si es necesario, y será sensible ante la más mínima muestra de deshonor contra El. No estará en paz y sufrirá si la causa de su Maestro es puesta en deshonra, sin testificar en contra. ¿Y por qué es todo esto? Simplemente porque él Lo ama.
g. Si amamos a una persona, nos gusta conversar con ella. Le hablamos de todos nuestros pensamientos, vaciamos todo nuestro corazón en ella. No tenemos problemas en descubrir temas de conversación. Sin importar cuán silenciosos y reservados podamos ser con los otros, encontramos fácil conversar con nuestro tan amado amigo. Sin importar cuán a menudo nos encontremos, nunca nos falta tema para conversar. Siempre tenemos mucho que decir, mucho que preguntar, mucho que describir, mucho que comunicar. ¡Bien, esto es lo mismo entre el verdadero cristiano y Cristo! El verdadero cristiano no encuentra dificultad alguna en hablar con su Salvador. Cada día tiene algo que decirle, y no es feliz a menos que se lo cuente. Habla con Él en oración cada mañana y cada noche. Le manifiesta sus necesidades y deseos, sus sentimientos y sus miedos. Busca consejo en Él en las dificultades. Pide Su consolación en los problemas. No lo puede evitar. ¿Debe conversar con su Salvador continuamente o se desvanecería en el camino? ¿Y por qué es esto? Simplemente porque Lo ama.
h. Finalmente, si amamos a una persona, nos gusta estar con ella siempre. Pensar y escuchar y leer y ocasionalmente conversar está todo bien en su forma. Sin embargo cuando realmente amamos a otros, necesitamos algo más. Ansiamos estar siempre en su compañía. Deseamos estar continuamente con ellos y mantener comunión con ellos sin interrupción ni adiós. ¡Bien, esto es lo mismo entre el verdadero cristiano y Cristo! El corazón de un cristiano verdadero ansía por ese día bendito cuando vea a su Maestro cara a cara y no irse nunca más. Ansía poner fin al pecado, al arrepentimiento, al creer y comenzar esa vida eterna cuando vea como él ha sido visto y no pecar más. Ha encontrado la dulzura de vivir por fe y siente que será aún más dulce vivir viendo. Ha encontrado agradable escuchar sobre Cristo y hablar de Cristo y leer sobre Cristo. ¡Cuánto más lo será ver a Cristo con sus propios ojos y no tener que dejarlo nunca nuevamente! “Mejor”, siente, “es la vista de los ojos que el deambular del deseo” (Ecle 6:9). ¿Y por qué es todo esto? Simplemente por Lo ama.
Ha llegado la hora que este mensaje llegue a una conclusión. Sin embargo no puedo terminarlo sin el esfuerzo de imprimir su objetivo principal en la conciencia individual de todos en cuyas manos este mensaje ha caído. Lo hago con todo amor y afecto. Es el deseo de mi corazón y mi oración a Dios, al escribir este mensaje, hacer el bien a las almas.
1. Le pido que miren el asunto desde la perspectiva en que Cristo le preguntó a Pedro y traten de contestar por ustedes mismos. Mírelo seriamente. Examínelo cuidadosamente. Sopéselo bien. Después de leer todo lo que he dicho acerca de esto, ¿puede usted honestamente decir que ama a Cristo?
No es una respuesta para decirme que usted cree en la verdad del cristianismo y que respeta los artículos de la fe cristiana. Una religión como esa nunca salvará su alma. Los demonios creen de una cierta manera y tiemblan (Sant. 2:19). El verdadero cristianismo redentor no es el mero creer en ciertos conjuntos de opiniones o mantener un cierto conjunto de nociones. Su esencia es conocer, confiar y amar a una cierta Persona viva que murió por nosotros, específicamente a Cristo el Señor. Los primeros cristianos, como Febe, Persis, Trifena, Tryposa, Gaius y Filemón sabían poco de la teología dogmática pero todos ellos tenían la gran marca distintiva de su religión: amaban a Cristo.
No es una respuesta para decirme que usted desaprueba una religión de sentimientos. Si usted quiere decir con eso que no le gusta una religión que sólo consiste en sentimientos, yo estoy de acuerdo completamente. Sin embargo, si con ello se refiere a dejar todos los sentimientos entonces usted sabe poco de cristianismo. La Biblia nos enseña abiertamente que un hombre puede tener buenos sentimientos sin una verdadera religión. No obstante, también nos enseña en una forma inequívoca que no puede haber religión verdadera sin algunos sentimientos hacia Cristo.
Es vano disimular que si usted no ama a Cristo, su alma está en gran peligro. Usted puede no tener fe salvadora ahora que está vivo. Está incapacitado para los cielos si muere. Aquel que vive sin amar a Cristo puede no ser sensible a obligaciones hacia Él. Aquel que muere sin amar a Cristo nunca podría ser feliz en ese cielo donde Cristo es todo y está en todo. Despierte al peligro de su posición. Abra sus ojos. Considere sus caminos y sea sabio. Yo sólo puedo advertirlo como un amigo, pero lo hago con todo mi corazón y alma. Quiera Dios conceder que esta advertencia no sea en vano!
2. Si usted no ama a Cristo, déjeme decirle abiertamente cuál es la razón. No tiene ningún sentido de deuda hacia Él. No siente que tiene obligaciones para con Él. No tiene un recuerdo perdurable de haber obtenido algo de Él. Siendo ese el caso, no es esperable, no es probable, no es razonable que usted deba amarlo a Él.
Hay un único remedio para este estado de cosas. Ese remedio es el conocimiento propio y la enseñanza del Espíritu Santo. Los ojos de su entendimiento deben abrirse. Usted debe descubrir lo que es por naturaleza. Usted debe descubrir el gran secreto, su culpa y su vacío a los ojos de Dios.
Quizá usted nunca lee su Biblia o sólo lee un capítulo ocasional como una mera materia de forma, sin interés, entendimiento o aplicación para su vida. Tome mi consejo este día y cambie sus planes. Comience a leer la Biblia como un hombre sincero y sin descanso hasta que se vuelva familiar con ella. Lea lo que la ley de Dios requiere, como expuesto por el Señor Jesus en el quinto capítulo de Mateo. Lea cómo Pablo describe la naturaleza humana en los dos primeros capítulos de la Epístola a los Romanos. Estudie pasajes como esos, orando por la enseñanza del Espíritu, y luego diga si es o no es deudor de Dios, y un deudor en poderosa necesidad de un amigo como Cristo.
Quizá usted es alguien que no ha sabido nunca nada sobre la oración real, de corazón y metódica. Se ha acostumbrado a ver la religión con un asunto de iglesias, capillas, formas, servicios y domingo pero no como algo que requiere una atención seria y sincera del hombre interno. Tome mi consejo este día, y cambie sus planes. Comience por el hábito de entablar reales y sinceras conversaciones con Dios sobre su alma. Pídale luz, enseñanza y conocimiento. Ruéguele que le muestre lo que usted necesita saber para salvar su alma. Hágalo con todo su corazón y mente, y no tengo dudas que muy pronto sentirá su necesidad de Cristo.
El consejo que le ofrezco puede ser simple y pasado de moda. No lo desprecie por ello. Es el buen viejo camino por el cual millones ya han andado y encontrado paz para su alma. No amar a Cristo es estar en un peligro latente de ruina eterna. Ver su necesidad de Cristo y su sorprendente deuda con Él, es el primer paso para amarlo. Conocerse a usted mismo y descubrir su real condición ante Dios es la única forma de ver su necesidad. Buscar el libro de Dios y pedir a Dios luz en oración es el curso correcto para alcanzar conocimiento salvador. No se sienta por sobre el consejo que le ofrezco. Tómelo y sea salvo.
3. Por último, si usted no sabe realmente nada del amor hacia Cristo, acepte dos palabras de aliento y consuelo. Quiera el Señor que ellas puedan hacerle bien.
Primero, si usted ama a Cristo en obra y verdad, regocíjese con el pensamiento que usted tiene buena evidencia sobre el estado de su alma. El amor, le digo este día, es una evidencia de gracia.
¿Qué importa si usted algunas veces está perplejo con dudas y miedos? ¿Qué importa si encuentra difícil de decir si su fe es genuina y su gracia real? ¿Qué importa si sus ojos están a menudos anegados con lágrimas que usted no puede ver claramente su llamado y su elección de Dios? Aún hay lugar para la esperanza y profunda consolación, si su corazón puede testificar que usted ama a Cristo. Donde existe amor verdadero hay fe y gracia. Usted no lo amaría si Él no hubiera hecho algo por usted. Su mismo amor es una buena señal.
Seguidamente, si usted ama a Cristo, nunca se sienta avergonzado de dejar que los otros lo vean y lo sientan. Hable por Él. Testifique por Él. Viva por Él. Trabaje por Él. Si Él lo ha amado y ha lavado sus pecados con Su propia sangre, no debe encogerse ante la idea de que otros sepan lo que usted siente, y que lo Ama por eso.
“Hombre”, dijo -un viajero ingles impío e irreflexivo- a un indio norteamericano convertido, “hombre, ¿cuál es la razón de que ponga a Cristo tan alto y hable tanto sobre El? ¿Qué ha hecho este Cristo por usted, que hace tanto ruido sobre Él?”
El indio convertido no le respondió en palabras. El juntó algunas hojas secas y musgo. E hizo un anillo con ellas en la tierra. Levantó un gusano y lo puso en medio del anillo, puso fuego al musgo y las hojas. Las llamas pronto se elevaron y el calor abrasó al gusano. Se retorcía en agonía, y luego de tratar vanamente de escapar por algún lado se enrolló en sí mismo en el medio como si estuviera pronto a morir en desesperación. En ese momento, el indio alzó su mano y tomó al gusano suavemente y lo puso en su seno. “Desconocido”, dijo al hombre inglés, “¿ves ese gusano? Yo era esa criatura que perecía. Moría en mis pecados, sin esperanza, sin ayuda y al borde del fuego eterno. Fue Jesús quien propuso el brazo de Su poder. Fue Jesucristo quien me libertó con la mano de Su gracia, y me arrebató del fuego eterno. Fue Jesucristo quien me puso, un pobre gusano pecador, cerca del corazón de Su amor. Desconocido, esa es la razón por la que hablo de Jesucristo y alardeo tanto de Él. No me siento avergonzado de esto porque Lo amo”.
¡Si supiéramos algo del amor de Cristo, podríamos tener la mente de este indio norteamericano! ¡Ojalá que nunca pensemos que podemos amar a Cristo demasiado bien, vivirlo en demasiada plenitud, confesarlo demasiado abiertamente, abandonarnos enteramente en Sus manos! De todas las cosas que nos sorprenderán en la resurrección, esta –creo nos sorprenderá más: Que no amamos a Cristo lo suficiente antes de morir.
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